Como la arena de la playa en una tormenta de levante, ese que tanto sufrimos en mi tierra, se pasan las horas, los días y los meses, y las historias, que reescribimos cada puesta de sol, en el trabajo, con los amigos, junto a los nuestros y junto a los otros. Pasamos de querer, tal y como se quieren los bienes materiales, a obtener, perdiendo así cualquier ápice de deseo.
Entre tanto, derramamos tinta, de lo que podíamos haber hecho y de lo que podíamos haber sido, si hubiésemos tenido el ímpetu suficiente para escribir las páginas de nuestro diario, con ganas, con tiempo, sin agobios, presiones o abucheos. Y con este sentimiento, retomo la conquista de este apreciado lugar, que tan amablemente me cedió DIARIO Bahía de Cádiz, en el que he estado ausente durante algunas semanas, pocas, tanto por falta de tiempo como por problemas informáticos.
Vengo con las energías renovadas y el ordenador casi arreglado, aunque al 50 por cien de su rendimiento. No obstante, yo seguiré dando el 200 por cien de mi capacidad, si me lo permiten los lectores, siempre siguiendo los cánones de los curritos, los trabajadores, la gente de a pie y de principios, sin que recibamos un sueldo vitalicio por ello. En esta nueva etapa, me he propuesto pasar de los que se miran el ombligo mientras el pueblo sufre, de los necios, de los ególatras y de los chamanes. Voy a hablar de nosotros, de lo nuestro, de la cultura que me apasiona y de los caminos casi rectos. Volveré a reivindicar el talento de las personas, alzar la voz por los emprendedores, e intentar, silenciar a los aduladores.
Estoy delirante, apático y beligerante, por día, más tolerante y, a su vez, insoportable. Escribo sin prisas, pero con muchas ganas, al calor de mi taza de café, quizás, ahora, junto a una buena copa de cerveza. He decidido disfrutar de cada manía, superstición y fetichismo, implantar mi manera de vivir a mi forma de vida. Me he propuesto que mi nombre se refleje en los libros de historia, que para los reyes y marqueses, ya se han reservado demasiadas páginas.
Al respecto del viento, así es como pasan los días en casa, mientras la agenda parece estar cargada de citas estrambóticas y chocantes, cuando la tormenta amaina. El cuerpo sufre la erosión de los granos de arena a su choque contra la piedra, desgastando, consumiendo la energía de reserva que puede contener tu ser, la piel se agrieta y, el pelo, toma ese color blanquecino, que da paso al mar bajo el horizonte. Y si el vendaval nos arrastra hacia delante, con su fuerza, con su ira, nosotros hacemos contrapeso, ejercemos toda la resistencia posible para seguir la senda de lo que queremos ser, de lo que un día soñamos y, con el tiempo, mejoramos. Así, todo cuanto hacemos y tratamos deja huella, razón de más para que irradie luz, pero no de la divina, que esa es cosa de creyentes.
Ahora es el momento para reinventar tu imagen personal, para esclarecer tu perfil de soñador y mostrar al mundo de lo que eres capaz. Hagamos las cosas, las tareas pendientes, como si mañana se acabase todo, por qué no, como si escribiésemos nuestro último testamento. Practiquemos el altruismo, la filantropía, la benevolencia y la hospitalidad. Despertémonos con los ‘buenos días’, sumerjámonos en las ‘buenas tardes’ e implantemos las ‘buenas noches’, como la primera, como la última. Redactemos la mejor crónica de nuestras vidas, vistámonos con la mejor de nuestras sonrisas, si eres serio tampoco pasa nada, y salgamos a conquistar el mundo. DIARIO Bahía de Cádiz