En mil novecientos sesenta y ocho, Celso Emilio Ferreriro escribía el poema ‘Digo Vietnam e basta’, que formaba parte de ‘Viaxe ao país dos ananos’. Unos años después, una niña es inmortalizada quemada por el napalm huyendo del bombardeo sobre la aldea de Trang Bang.
El poema terminaba:
“Apenas digo nada.
Digo Vietnam y está ya dicho todo
con una sola palabra.
Para abarcar la vergüenza del mundo,
digo Vietnam y basta”.
En estos días se cumple un año, trescientos sesenta y cinco días con sus respectivas noches, de bombardeos diarios contra la población civil, continúan las operaciones constantes de saqueos de jóvenes de sus escuelas, de sus casas, o simplemente de detenciones en cualquier puesto de control. Sigue siendo habitual la quema de olivos y plantaciones con el único objetivo de ocupar la tierra, dicen que su dios lo prometió.
Me niego a hablar de guerra, la utilización del lenguaje puede ser perverso. Según la RAE, define la guerra como “la lucha armada entre dos o más naciones o entre bandos de una misma nación”.
Después de más de quince mil niños y niñas asesinados, después de casi dos millones de desplazados para que pudieran destruir sus casa, sus calles, sus escuelas, después de ver las colas de niños detrás de alambradas y verjas esperando que alguien les dé algo de comida; tras ver los controles que prohíben a palestinos cruzar calles y zonas de sus barrios, de sus ciudades, después de todo esto las únicas palabras que me quedan para referirme a lo que está pasando en la Palestina ocupada es genocidio, es apartheid, es racismo, es colonialismo.
Los genocidas, los colonizadores, los racistas en la Palestina ocupada utilizan los mismos métodos que han utilizado a lo largo de la historia todos ellos, intentar deshumanizar al ocupado, a quien pretenden destruir, en la creencia de que será mucho más fácil conseguir sus fines.
Los nazis intentaban primero deshumanizar a los prisioneros, tatuando un número en el brazo, dirigiéndose a ellos por el número quitándoles la ropa, los zapatos, todo lo que pudiera individualizarlos. Los colonos en Sudamérica pagaban a los cazadores de aborígenes por el número de orejas que presentaban, así llegaron a mermar, incluso a desaparecer, mapuches, selknam y otras etnias al sur de Chile o Argentina. Y mucho más cerca en el tiempo, qué eran y son las reservas de indios en USA, sino guetos, cuando no campos de concentración.
una reflexión que se hacen cada vez más personas: ¿y si en vez de terminar con Palestina, con quien van a terminar acabando, con este desaguisado genocida de los sionistas, es con el propio Israel?
Escuchar a un supremacista sionista es lo mismo que escuchar al nazi, al blanco racista de Sudáfrica, o Norteamérica, los mismos argumentos sean divinos o terrenales.
Pero se equivocan los que circunscriben los genocidas a círculos próximos a extremistas en Israel, no, o al menos no solamente; porque les sustentan de forma activa los colonialistas europeos, “viejos propietarios del mundo”, y cómo no, los USA que usan al mundo.
Dicen que cada generación tiene sus canciones, sus luchas, sus gritos, pero mi generación, al menos yo, grité-gritamos contra la guerra de Vietnam hace mucho tiempo “Yankis go home”, y hoy lo vuelvo a gritar por Palestina, mientras otros guardan silencio y se convierten en cómplices del genocidio.
Unos años más tarde de qué escribiera Ferreiro la poesía que transcribía al principio, los yankis eran derrotados en Vietnam, ahí lo dejo. Una reflexión que se hacen cada vez más personas: ¿y si en vez de terminar con Palestina, con quien van a terminar acabando, con este desaguisado genocida de los sionistas, es con el propio Israel?
Esta reflexión la hacia Shlomo Sand, hablando de la necesidad de una Israel desionizada, “Si no, Israel no va a existir en Oriente Próximo. Va a desaparecer como el reino franco de Jerusalén en tiempos de las Cruzadas».
Termino con otro poema, esta vez de una antigua canción de cuna de Palestina:
“dile que las pesadillas siempre se acaban
dile que volveremos a Palestina”. DIARIO Bahía de Cádiz