Es difícil que cada mañana no se te parta el corazón al ver, en la prensa o en las redes sociales, las fotos y reportajes de los ataques del gobierno de Israel sobre Gaza. Ojos de niños que se salen de sus órbitas de miedo, temblores de pánico ante unos desconocidos, aunque estos sean médicos, ruinas y muerte donde antes había vida. Podríamos seguir enumerando los centenares de imágenes que día a día observamos, con más o menos pasividad desde nuestro cómodo mundo o podemos llorar, como dice Maruja Torres, “hasta llorar sangre”
Ante todo quiero manifestar que no trato de ser equidistante y repartir culpas hacia todas partes para “dormir tranquilo”, en absoluto hay que llamar a las cosas por su nombre, y decir alto y claro que estos ataques son simplemente un GENOCIDIO, tal y como lo define la RAE. Es lo único que pretende el gobierno de Netanyahu con estos ataques, exterminar a Palestina y a los palestinos.
Una vez dicho esto, me parece que hay que “afinar” en general cuando utilizamos el lenguaje, más aún cuando hablamos de conflictos. Si entendemos que el lenguaje es la capacidad propia del ser humano para expresar pensamientos y sentimientos por medio de la palabra. Es decir, estamos hablando que mediante el lenguaje proyectamos nuestra propia concepción del mundo y de nuestros valores.
Cuando hablamos del “israelí” y utilizamos indistintamente el “judío”, estamos dando por hecho que son conceptos similares, más aún, ¿estamos diciendo que Israel debe ser sionista por definición? Ni mucho menos debe de ser así. Porque de dar por cierta esta afirmación, podríamos estar admitiendo, al menos en cierta forma, que el GENOCIDIO que está cometiendo el gobierno de Netanyahu con los palestinos, está en relación directa con el HOLOCAUSTO, y no, esto sería una ofensa para cada judío asesinado en los campos de concentración en Europa.
Ese mismo razonamiento nos llevaría a pensar si hablamos que los alemanes fueron los responsables del Holocausto, que la responsabilidad fue de estos y no de los nazis, que obviamente no es lo mismo, o si consideráramos que Hamas es Palestina. En el terreno doméstico seria confundir a Ayuso con Madrid o los madrileños, o a Puigdemont con los catalanes o Cataluña.
no trato de ser equidistante y repartir culpas hacia todas partes para “dormir tranquilo”, en absoluto hay que llamar a las cosas por su nombre, y decir alto y claro que estos ataques son simplemente un GENOCIDIO
Son los amantes del conflicto, de la confrontación, los más propensos a utilizar las partes por el todo, de generalizar, de crear enemigos imaginarios. ¿Nos acordamos como cantaban aquello de “a por ellos, oe”, o lo de “Espanya ens roba” de los otros?; en ambos casos les sirvió para crecer, aunque sea durante un pequeño periodo, se trataba de un plan de marketing, de adueñarse de relato.
Es aquí donde está el peligro, identificar a una parte deleznable de Israel con todo el pueblo de Israel, sean blancos o negros, altos o bajos, judíos o coptos; no se debe, ni se puede identificar a los asesinos que están cometiendo el genocidio con una etnia, religión o nacionalidad, no.
Es más, en ese caso como en casi todos, estos elementos dañan, perjudican y arremeten al global de la población de la que forman parte. Lo mismo que en un momento determinado era muy importante apoyar a Euskadi a liberarse de ETA, al igual que fue importante apoyar a Chile contra Pinochet, o a los alemanes contra Hitler y los nazis.
En todos los casos se les apoya, se les protege contra una parte sí mismos. Creo que en el caso de Israel hay que protegerle, sí, de sí mismo, de esa parte de sí mismo que también intenta adueñarse de todo un pueblo. Sin que esto quite ni una letra, ni una coma, a la denuncia al primer ministro de Israel de genocidio, al mismo tiempo que manifiesto mi solidaridad con Palestina y con los palestinos. DIARIO Bahía de Cádiz
*Hay que proteger a Israel, sí, de sí misma (frase de Santiago Alba Rico)
Recuerden a «Septiembre Negro», que fue el autor de la matanza de once deportistas israelíes en los Juegos Olímpicos de Múnich. Pero lo cierto es que, en 1988, Arafat dio dos gigantescos pasos hacia la paz: renegó del terrorismo y reconoció´ Israel tiene derecho a existir´.