¡Oh vulgar de mí!, que encaro los problemas con violencia en vez de sentarme a dialogar, reflexionar o utilizar la justicia, la política y la razón. La violencia nunca debe ser la solución, nos repiten hasta la saciedad, pero vuelvo a estar hastiado de los políticos y de los que me quieren convencer de que todos no son iguales. Pues lo disimulan muy bien.
Otra vez a golpearnos con la misma piedra de la corrupción; a ser defraudados, avergonzados y ninguneados por nuestros gobernantes, que en la oposición dicen una cosa y luego hacen la contraria; a escuchar a ladrones llenarse la boca y darse golpes en el pecho hablando de dignidad, valores, principios y honradez; a ver a los lacayos y serviles en los medios de comunicación justificando las evidencias, o prometer lo de “con nosotros no pasaría”; a encontrarnos ante unas nuevas elecciones donde el argumento será el “y tú más”.
Otra vez la insatisfacción de votar al mal menor, por descarte, a gente en la que no confías; otra vez la fe en el ser humano, en la justicia y en la democracia tambaleándose; la rabia de que los focos están puestos en las marionetas y no en el titiritero y que los corruptores muevan palancas para que todo cambie pero siga igual.
Porque seguirá igual. Llevamos ochenta años, sabiendo que estamos siendo robados por las grandes empresas del IBEX (banca, eléctricas, constructoras, telecomunicaciones, petroleras y aseguradoras) que pagan sobornos, mordidas y gratificaciones a políticos que elevan en sus medios de comunicación y luego manejan a su antojo. Con técnicos, funcionarios, que firman informes, para beneficiar a las empresas que pagarán los excesos, vicios y caprichitos del políticucho de turno, por simpatía, cohecho o miedo a ser despedido, relegado o marcado para la eternidad.
Con un ejército de asesores, fontaneros y conseguidores que les dicen lo que quieren escuchar y los ayudan a perpetrar, esconder o justificar las tropelías. Con las hordas de forofos que volverán a votar a los suyos hagan lo que hagan, solo porque les piden perdón, cambien la cara de la marioneta ladrona y prometen que no volverán a hacerlo. Con una justicia decorativa, manejada, partidista, lenta y desigual. Con una guerrilla de mercenarios que controlan las cloacas del Estado, los fondos reservados o la policía patriótica, para borrar, desprestigiar y defenestrar a quien haga tambalear el negocio. Con una ciudadanía adormilada, pasiva, conformista, de grito y queja fácil, pero que no pasa a la acción porque sabe que nada va a cambiar, que sus esfuerzos serán en vano, que solo cambiarán las siglas, los nombres, pero que el sistema seguirá siendo el mismo de siempre.
otra vez la insatisfacción de votar al mal menor, por descarte, a gente en la que no confías; otra vez la fe en el ser humano, en la justicia y en la democracia tambaleándose
Dirán que soy un irracional, una persona inestable que se deja llevar por sus emociones, que una semana estoy cabreado, otra eufórico y agradecido a la sociedad civil y otra hastiado, aburrido y decepcionado con el sistema, con la clase política y con mi país. Y si les digo que lo que me pide el cuerpo es hostiarlos a todos, aplicar el ojo por ojo y cortarles las manos, la lengua y el pijo por ladrones, mentirosos y puteros, dirán que, además, soy un violento antisistema que pide a gritos la revolución, que lo quiere ver todo arder, con la confianza de que el fuego nos regenere, y que de las cenizas crezca algo más justo, libre e igualitario. Pero mientras alguien arma la revolución, haré mi propuesta, aunque no sirva para nada.
Propongo una moción de censura con la promesa de convocar elecciones inmediatamente, pero con la obligación de cambiar el sistema electoral, para que no sean listas cerradas, cada voto valga lo mismo en cualquier lugar de España, gobierne el partido más votado y todos acepten los resultados y trabajen desde el primer día por el bien común. Para que todo partido en el que se demuestre un caso de corrupción no se pueda presentar a los comicios siguientes; para que las condenas a los políticos corruptos, después de devolver él mismo o sus descendientes hasta el último euro, sean multiplicadas por diez por la agravante de hacernos perder la fe en la democracia, en la política, y romper su juramento de trabajar por el bien común.
Que todas las empresas que hayan pagado sobornos en España no se puedan presentar nunca más a una licitación pública; que todos los empresarios o marionetas de estos que paguen con sobrecitos sean expatriados de por vida; que todo medio de comunicación y periodista que mienta o difunda fake news pierda su licencia y título para ejercer en este país; que todo funcionario público, incluidos jueces, fiscales y cuerpos de seguridad, al que se le demuestre complicidad, inacción o mirada desviada sea expulsado inmediatamente del cuerpo de funcionarios.
En fin, como cantaba Aute, es más fácil encontrar rosas en el mar. Al final nos harán creer que solo avanzaremos votando entre corruptos rojos, azules o verdes fascistas. Descartada la violencia, hay otras alternativas. DIARIO Bahía de Cádiz