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home Opinión Manuel Rubio

La pifiada

· Firmado por ·
21 de julio de 2014
/tiempo de lectura: 5 minutos/
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Dado es el hombre a culpar a otros, de cuanto mal le ocurre, sin antes, haber comprobado cuanta de esta culpa, él, es responsable. Y quien mejor, puede reconocer este error, es un servidor, al haber sido actor de innumerable errores.

Debido a los múltiples a estas equivocaciones, que suele cometer el ser humano en el transcurso de su vida, le hace sentirse, avergonzado, y otro tanto lastimado. Mal, que se produce así mismo y que a pesar de sus perniciosos resultados, sigue incidiendo en los mismos fallos, una y otra vez. Lo más penoso de esta situación, es, que quien los padece, suele sentirse, menospreciado, cohibido o tímido, y hasta convertirse este mal, en fobia.

Lo más dolorido, de todo ello, es, el no saber, reconocer, reparar y hacerse cargo de las consecuencias que conllevan estos traspiés, en perjuicio, del quien los comete y de otros terceros, que confiaron en él en la creencia de que lo haría bien. Largo sería mostrar aquí, las causas y dimensiones que tienen y que afectan más, a unos que a otros, cometer errores, por falta de atención, negligencia, o innecesaria precipitación en sus actos.

Lo comprobamos muy a menudo en algunas clases de deportes, como juegos de billar, fútbol, u otras competiciones, cuando los componentes, que integran un equipo, cada cual se hace responsable del puesto que ocupa y pone el máximo esfuerzo, para realizar sus actuaciones, con la celeridad, precisión y acierto, que les permita su preparación física, por estar en posesión de unos recursos y actitudes óptimas a la hora de competir. (Como habilidad destreza, capacidad y adaptación).

 

En fútbol, o billar, por ejemplo, es ventajoso estar en posesión del esférico, durante el mayor tiempo posible, y saber conducirlo, hacia el objetivo que tenga marcado. Para ello, habrá de disponer de talento, esfuerzo y precisión en el momento de hacer la jugada. La técnica a nivel individual y de conjunto, hará más fácil, a los otros integrantes del equipo, realizar el juego con mayor provecho y desenvoltura, evitando con ello, que los rivales, no se hagan, con el juego.

Y aunque atentos al movimiento del contrario, cualquier equivocación o pifia, cometida por alguno de ellos, repercutirá en el resto del equipo. Debido a una distracción, fallo o mal entendido, que le hiciese perder tiempo y ocasión para dominar al contrario, pueden ser causa, de una derrota.

Aprender a concentrase, hacer un estudio mental de los movimientos que ha de realizar, para hacerse con el balón, bola o esférico, y conocer el momento idóneo y efecto que ha de darle al esférico, antes de lanzarlo o proyectarlo con la fuerza necesaria, para que otro de sus compañeros pueda recibirlo, sin dificultad, hace, que se haga necesario, tener prevista en su mente, la jugada que ha de realizar. Por ello, se valora en el jugador su capacidad, rapidez, destreza, reflejos y motivación.

Cuando un jugador tira precipitadamente por deshacerse del balón, o bola, suele ocurrir, que no acierte y con ello, el equipo, pierda la oportunidad de hacerse de nuevo con el balón, beneficiando de este modo, al equipo contrario. Lo que se llama cometer una pifiada, por ejemplo en el argot del billar.

Llevas algo en las manos, alguien, te habla y distrae y por dicha causa, pierdes la atención y con ello, el equilibrio de lo que llevas entre manos, en este caso podría ser un vaso de cristal, cónico, alto, con una base, de menos diámetro que el de su borde, que transportas, consumo cuidado, sobre un plato resbaladizo y por cualquier motivo, se desliza y cae al suelo, rompiéndose. La falta de reflejos, en el momento de caer, te impide retenerlo y para que, ambas piezas (plato y vaso) no caigan y se hagan trizas, solo salvas el plato, por llevarlo bien sujeto con una de las manos, pues, la otra, bien, porque estuviese ocupada o no contases con ella, pudo permanecer inactiva. Entonces, su mente deseosa por saber, a qué fue debido el fallo, en vez, de culparte a sí mismo, busca un culpable, próximo a él, a quien echarle la culpa. Alguien, momentos antes, pudo haberle distraído, o saludarlo o rozarlo, y considerarlo como responsable del percance, cuando en realidad, el único culpable ha sido, él mismo, al no haber puesto, el cuidado y la prevención necesaria , en el traslado de estas dos piezas.

Formas de reaccionar, muy frecuentes, que suele observarse, en personas de mentalidad cerrada, mal talante, violentas, y nada dialogantes, que dan mucho que desear.

La falta de atención y dar poca importancia a lo que está haciendo, hace incurrir, en estos actos torpes, a muchos de nosotros y hacernos reaccionar, diferentemente, según el al talante, educación e inteligencia del individuo que los comete. A veces los hay que reaccionan, con un comportamiento, grosero y repugnante, que deja mucho que desear por la forma de expresarse y conducirse.

Una persona sensata y equilibrada, en estas mismas circunstancias, reaccionaría de forma diferente, y jamás, emitiendo un reniego o culpando de lo ocurrido, a terceros. Recuerdo, con rechazo, este mismo caso, que tras habérsele caído al suelo el vaso; irritado y rabioso, el villano, estrelló a continuación contra el suelo, el plato. Que de haber reaccionado de forma sosegada, se hubiera regocijado por salvar el plato, y para más, recogido o barrido, hubiera, los trozos esparcidos por el suelo, reconociendo a continuación, su torpe acción. (Sensato).

¿En qué medida somos responsables de nuestros fallos, cuando estos acaecen en contra de nuestra voluntad, y más, si se han puesto en ellos, todo interés, voluntad y sabiduría, para que tales percances, no ocurriesen? Yo señalaría, que es falta de coordinación e interés con las que se hacen las cosas, son las causantes de tales descalabros.

Son otras las pifias que se comen, semejantes, a los casos anteriormente expuestos, cuando a la hora de elegir o votar a nuestros representantes, en el gobierno, no acertamos a dar, con aquel que mejor pudieran hacerlo. Culpable, de esta mala selección, para mí, son las mismas agrupaciones o partidos políticos, al mostrarse, algunos de ellos, poco transparentes y a veces falaces, por solo exponer al elector, aquellas ofertas o consignas, que les hacen captar más votos. Y cuando son elegidos, es, cuando se abren y hacen ver otras corrientes, que ellos comulgan, y que en un principio, no desearon dar a conocer, para no ahuyentar al elector. Principios ideológicos que dominan la conducta y modo de proceder, de los políticos, hoy en día, cuando llegan al poder, siendo entonces, cuando los ponen en práctica.

Existe una evidencia de cuanto expongo, fácil de entender, y son, los resultados que se obtienen de todos ellos, al final de cada legislatura. Por un lado, difícil de valorar, en cuanto, lo que de positivos o negativos, puedan tener, estas actuaciones, y por otro, intereses, económicos y de política, que les obligan, a pactar acuerdos de intereses comunitarios, que luego, se ven obligados a cumplir.

Para pifias, las que cometen aquellos dirigentes políticos, candidatos a ocupar puestos de gran relevancia, cuando desafortunadamente hacen referencia a hechos, lugares, o datos equivocados, que la oposición, luego usa, para desacreditarlos. Y poner en ridículo sus conocimientos y aptitudes.

Estemos atentos en todo momento, con los cambios de liderazgo, que se hacen dentro de los partidos, a veces, peligrosos, en cuanto que alguno de ellos, puede sacarte de la manga, una jugada con la que tú, no contabas.

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Tags: Manuel Rubioopinión
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