Me suben por las nalgas los fríos de la muerte. La frase no es mía, es de mi comadre, que a su vez se la escuchó a algún flamenco. Mi comadre siempre nos guarda un ramillete de frases elaboradas de forma inteligente y que me deja utilizarlas, mientras no me adjudique su autoría.
Hace apenas dos días que ha pasado el Ferragosto, la Paloma o la Ascensión, que aunque desde sitios diferentes y diferentes significados, se celebran el mismo día, el 15 de agosto. Me suben por las nalgas los fríos de la muerte, cuando veo la mezquita de Córdoba en llamas. Y los escalofríos casi me congelan cuando veo a unos animales, porque no son personas, aplaudiendo a las llamas, convencidos de que están quemando infieles.
Convendría, no quiero decir eso de “ya lo decía yo”, que siempre me ha dado mucho coraje esta frase de medio adivino, convendría recordar que este monumento histórico fue secuestrado, inmatriculado lo llaman, por ni más ni menos que la Iglesia. Las tropelías, entre ellas las referidas a la seguridad en el mantenimiento, que ha cometido en la Mezquita, intentando desnaturalizar su origen, el de Mezquita, han llenado el monumento Patrimonio de la Humanidad, de altares e imágenes fuera de contexto. Por cristianos que sean, esto parece con toda probabilidad que es el origen del incendio.
Si se confirma que esas son las causas, antes de que la Unesco nos saque los colores por dejadez, sería conveniente que tanto el Ministerio de Cultura como la Fiscalía se pongan las pilas. Lo de con la iglesia hemos topado, Sancho, está muy bien para el Quijote, para esto, no.
A principios de mes, un número indeterminado de “peligrosos individuos” desembarca en una playa de Granada. Menos mal que un selecto equipo de auténticos hombres estaba allí tomando el sol, con el cubata en la mano. Debieron creer que se trataba de Táriq ibn Ziyad, al mando de sus moros, que estaban en la playa en Gibraltar y que era el año 711.
Dudo que los energúmenos que se lanzaron a lomos de los chavales exhaustos, sedientos y desorientados, tengan la más mínima idea de quién era Táriq ibn Ziyad y que en ese año empezó el periodo de ocho siglos más espléndidos de nuestra historia. Se creerán que son el apóstol Santiago, pero más bien parecen del salto al gorrino. Prefiero la testosterona vista al microscopio que espatarrá sobre un joven en una playa.
Están convencidos de que son actores de la serie de ‘Los vigilantes de la playa’, y sus señoras, porque son sus señoras, son todas Pamelas Anderson. No, a lo más son los protagonistas de la serie, ‘Los fachas de la playa’.
Es cuando me suben por las nalgas los fríos de la muerte. Para intentar contrarrestar el asco, busco la fotografía, de hace algunos años, de una mujer de vacaciones dando de mamar en la playa de Barbate a una criatura recién llegada en una patera, toda una lección de empatía y humanidad.
¿podemos hacer algo? Hacer, seguro, ¿decir? mejor nos callamos, es la hora de hacer y hacer que hagan. A los muertos no los salva ya ni Yavé, ni Dios, ni Alá
Hemos quedado retratados ya como sociedad frente al genocidio, como lo que somos. A los más de sesenta mil palestinos asesinados, a los más de dieciocho mil niños cuya vida ha sido segada por la guadaña sanguinaria del sionismo, de eso el primer culpable es el sionismo, sin duda; pero nosotros, el resto del mundo que hemos observado, seguido y consentido el genocidio hasta hoy.
Algo de responsables somos, no podemos decir, no lo sabía, no me di cuenta, yo creía que… Si no nuestras manos, sí nuestra ética, nuestros valores, nuestra conciencia está manchada de la sangre del pueblo palestino.
¿Podemos hacer algo? Hacer, seguro, ¿decir? mejor nos callamos, es la hora de hacer y hacer que hagan. A los muertos no los salva ya ni Yavé, ni Dios, ni Alá. Podemos mantener día a día la presión a los que deciden para que hagan, podemos seleccionar lo que compramos y a quién se lo compramos, hasta aislar al sionismo. Y podemos seguir llorando sin lágrimas, gritar sin voz.
Quiero enviar un abrazo a esa gente que a finales de mes, después de Ferragosto, saldrán en barco hacia Palestina. ¡¡Que el viento de la paz y la solidaridad os sea favorable hasta vuestro objetivo, que es el mío!!, para ellos y ellas un canto marinero de Rafael Alberti.
¡Ay mi blusa marinera!
Siempre me la inflaba el viento
al divisar la escollera. DIARIO Bahía de Cádiz Fermín Aparicio