En las montañas, en el horizonte se recortan, en la última hora de la tarde, como si de papel picado fuera, miles de caballos y caballeros vestidos de azul séptimo de caballería. Abajo, en el valle, una tribu de indios empieza a preparar las cenas en sus hogueras, las madres llaman a sus hijos que corretean por el campamento de tiendas cónicas de piel de búfalo.
Los hombres, llamados también guerreros, preparan sus armas para salir de caza al día siguiente. Suena el tambor del hechicero, algunas jóvenes bailan dando gracias por el día que ha pasado.
Se escucha el cornetín de los caballeros a caballo vestidos de azul séptimo de caballería, se escuchan disparos de rifle, mientras el cornetín toca como un disco rayado las mismas notas. El séptimo de caballería baja al galope en dirección al poblado. El general George Armstrong Custer justifica al periódico local que los indios son un peligro para la paz. En el poblado, los indios corren de un lado para otro. Aquí se barrunta la tragedia.
Suena el timbre del recreo. El bullicio y el ruido de las pisadas se apoderan de los niños que intentan ganar el patio los primeros para coger las porterías. En una esquina del patio se coloca un personaje, con cuerpo de adulto y un coeficiente mental muy inferior a su edad real. Está acompañado por otro chaval cuyo cuerpo dejó de crecer hace un par de años, no así la mala leche y maldad en general, que siguió creciendo. Cada día hacen lo mismo, el de cuerpo de adulto y coeficiente de párvulo es el encargado de robar el balón y ponerlo a buen recaudo. El otro es el encargado de recoger los bocadillos de los chavales que quieren jugar con el balón.
Cuando está completa la recolección de bocadillos gentilmente donados por los otros chavales, los pueden recuperar por un módico precio. Ya pueden jugar con el balón. Los encargados de vigilar el comportamiento y buena convivencia en el colegio no se enteran ni quieren enterarse, incluso a alguno se le ha visto comiendo un bocadillo de los donados. Los matones de patio de colegio andan sueltos y son así.
los matones de patio de colegio andan sueltos y son así. Presagian la vuelta a la noche oscura recientemente pasada
El día es claro, con un aire fresco que invita a la vida. Un cielo azul sirve de techo a esta escena, en este marco conviven, cada uno en su sitio, por una parte un sol brillante, en otra parte del cielo, la luna se insinúa, casi deja verse, como al trasluz. Las personas cada una a su faena, unas trabajan, los niños y niñas juegan, la gente grande toma el sol en bancos. Las flores crecen en los campos, en los árboles van madurando sin prisa sus frutos. Flores, campos, árboles y frutos son recorridos por abejas, mariposas y demás insectos.
Poco a poco, van apareciendo nubes, al principio pequeñas y blancas, dispersas, como si fueran pequeños corderos pastando en el cielo. Al mismo ritmo las nubes crecen en volumen y oscuridad. Tapan el sol, la luna. El viento ruge cada vez con más fuerza. Se pasa del día a la noche, acecha la tormenta que no dudará en acabar con la vida. Esas nubes negras que se apoderan del cielo presagian la vuelta a la noche oscura recientemente pasada.
Aquí se barrunta la tragedia, los matones de patio de colegio andan sueltos y son así. Presagian la vuelta a la noche oscura recientemente pasada. DIARIO Bahía de Cádiz