Estos días atrás, en el salón de plenos del Ayuntamiento de Cádiz, se hacía entrega a las familias de los féretros con los restos de Juan Diego Cortés Pacheco y Manuel Moreno Cortés, asesinados en Cádiz por los hacedores del golpe de Estado contra la Segunda República en 1936.
El alcalde en esa fecha es una persona que, desde el primer día del golpe de Estado, se pone a las órdenes del General Varela, ostentando simultáneamente los cargos de Alcalde de la Ciudad y Gobernador Civil de la provincia, y siendo el máximo responsable político local de los golpistas y sus tropelías en estos lares.
Juan Diego Cortés era panadero y comunista, Manuel Moreno Cortés era electricista y trabajador municipal, purgado del Ayuntamiento en el mes de julio de 1936, ¿a qué no sabéis por quién? Quizás lo más emocionante de la entrega de los restos de los asesinados a sus familiares, son precisamente ellos, los familiares. La presencia de los alumnos del Instituto Columela, importante por el presente que ellos representan, llenó una parte del salón.
Mi interés por rendir un homenaje más que merecido a los asesinados por los golpistas de 1936, el reconocimiento al trabajo que empezó y desarrolló en su parte más importante por el anterior equipo de Gobierno, y en particular por el teniente de alcalde Martín Vila, así como valorar el trabajo de la Asociación de Memoria Histórica de Cádiz me llevó a asistir al acto en el salón de plenos.
Reconozco también que cierto morbo para ver al alcalde don Bruno del Partido Popular, como torearía esta experiencia, qué diría desde su moderada moderación de esto de la memoria, reparación…
En primer lugar y mientras que autoridades y familiares atendían a la prensa, yo, tarareando por lo bajini la canción de Serrat, me quedé mirando al techo, bonito de verdad. Bajé un poco la mirada, intentando reconocer los nombres del personal ilustre de la ciudad: Manuel de Falla, me acordé de su música, de su amigo Federico García Lorca.
Sigo mirando al techo, como quien mira al cielo, y me topo de bruces con José María Pemán, sí, el responsable directo de la purga de profesores y maestros, camisa azul, o sea, fascista patrio y pro germánico nazi, mientras retumba el eco en el salón de plenos del teniente de alcalde que atiende el negociado este de la Memoria Histórica, hablando de “vidas segadas” de forma violenta… y aunque no estaba mal el discurso del concejal, desde casi el techo Pemán no ponía buena cara a las palabras del edil.
para reconciliarse lo primero que tiene que hacer es no poner trabas que se conviertan en trampa, y dar luz verde al cumplimiento de la ley de Memoria
Pensé que el alcalde Bruno, tomaría las riendas del acto y reconduciría el mismo, que en verdad estaba resultando un poco “sosaina”, pero, lo confieso, me equivoqué.
Don Bruno, o Don Humo como queráis, es firmemente defensor a ultranza de la moderación por el blandito de su jefe, ese que a la chita callando lo mismo te desmonta la Sanidad Pública, que la educación, eso sí con una sonrisa entre la nariz y la barbilla. Hace el alcalde un discurso institucional hablando, como su edil, de vidas arrancadas prematuramente, de injusticia, y lo más sorpréndete de reconciliación. ¿Sabrá este buen hombre lo que es la reconciliación?
Que para reconciliarse lo primero que tiene que hacer es no poner trabas que se conviertan en trampa, y dar luz verde al cumplimiento de la ley de Memoria. Llamar al Estadio por su nombre, y no con el del golpista del gobernador civil y alcalde de Cádiz una vez que triunfó el golpe militar de 1936.
Que reconciliar es reconocer el asesinato de dos ciudadanos, devolver los restos a sus familiares y pedir perdón de forma institucional a los mismos. Que incluso el Borbón cuando dijo eso de “lo siento mucho, me equivoqué y no volverá a ocurrir”, fue un poco más explícito.
Vamos, “pishita” mío, que no cuela eso de reconciliación sin reconocer los asesinatos y pedir perdón. DIARIO Bahía de Cádiz














