No se puede empezar mejor un mes que como comienza el mes de mayo, su primer día dedicado a la clase obrera, así del tirón, ni productores, ni clase media (una falacia), ni muchos menos artesanos, como gustaba llamar a San José Obrero el franquismo, San José Artesano.
La clase de la gran mayoría, porque, o eres obrero que vives de tu trabajo, de la venta de tu trabajo, o eres parte de los propietarios de los medios de producción. Yo soy obrero; pero me podéis llamar zurdo, zoco, queer…
El mes de mayo, el mes en que la primavera está reventona. Vayas donde vayas las flores brillan por sí solas. Hay una canción religiosa que relaciona flores, María y el público en general, seguro que la conocéis casi todos. Sí, sí, esa misma: “Venid y vamos todos/con flores a María/ que madre nuestra es/…”.
Más terrenal, y para que nos vamos a engañar, con más altura poética, Miguel Hernández canta al mes de mayo que trae “correhuelas y albahaca” y ya en los establos ni os cuento, “hay un estruendo de vacas/que se enamoran a solas”, ¿en amor que se puede hacer a solas? Por muy vaca que sea….
Salir al campo, pasear por jardines, después de estas lluvias pasadas es una sinfonía de colores y olores. El verde se desdobla en toda su gama y matices. Toda la paleta de colores primarios o mezclados entre sí se asoman en cualquier parte y en cualquier forma. En árboles, arbustos o por el suelo; en solitario, en ramillete o en racimo. El olor a tierra mojada, a hierba recién cortada, a cítrico, se muestran casi en toda su pureza o mezclados entre ellos, potenciando así su intensidad.
Pero también en el mes de mayo aparecen grupos de tres, cuatro personas, casi nunca más no. Siempre hay un crío o cría disfrazado con cara de agotamiento. El padre o la madre o los dos, con cara de satisfacción y orgullo. Termina el grupo con alguien con una cámara de fotos, más o menos grande, más o menos profesional.
ahora hay precomunión con sesión de fotos, comunión propia, fiesta en restaurante y post-comunión también con fotos
Es la época de la Primera Comunión. Yo soy de la generación de quitar la sanginas, den o no den problemas, y de hacer la Primera Comunión. Yo la hice de Santiago, Cruz de Ídem en el pecho, hombreras doradas y entorchado dorado también, que unía un botón con una hombrera. Pero solo se ponía el traje el día de la Comunión. ¿Y la celebración? A lo más, una comida un poco especial con algún invitado en casa.
Ahora hay precomunión con sesión de fotos, comunión propia, fiesta en restaurante y post-comunión también con fotos. Veo que en San Fernando ha causado un auténtico escándalo, una “comunionera” (¿se dirá así?), que se presentó a la ceremonia en un carruaje con caballos en forma de calabaza, sí, como la de Cenicienta pero en cañaílla. Están locos estos romanos.
Al nieto de una amiga, me contó la abuela, le invitaron estos días a una comunión de una compañera-amiga. Supongo que tenía cierta curiosidad por pasar a una iglesia y ver qué pasaba, me dijo la abuela.
Entró con su madre de la mano. A los dos minutos decía que se quería salir porque allí olía muy mal, el incienso, las flores, la cera de las velas. Claro, se salieron. Ya en la puerta le pregunta a su madre: “¿pero esto de la comunión, de qué se trata?”.
La madre no quiso plantearlo en una perspectiva complicada de “pues comulgar es comerse a Jesús y beberse su sangre”. El chaval le hubiera creado muchas más dudas seguro, le dijo:
– Pues es una ceremonia en la que comen pan y beben vino.
– Entonces, ¿les drogan y emborrachan? Le preguntó desde su candidez.
La madre creo que hubiera preferido profundizar sobre canibalismo que sobre toxicomanías en el templo. DIARIO Bahía de Cádiz