Acabamos de terminar el mes que, según las estadísticas hasta ahora, es el más caluroso del año; digo hasta ahora porque con el cambio climático, pese a que los imbéciles terraplanistas digan lo contrario, existe.
El calor agranda y propicia las pasiones, no es que las provoque, están ahí, pero sí las saca a flor de piel. Federico García Lorca plasma esta teoría en algunas de sus obras, especialmente en ‘Bodas de Sangre’, en la que mezcla con una sensibilidad extraordinaria, calor y pasión, calor y celos, calor y muerte. Otro autor como Miguel Hernández mezcla ambos términos en otra obra de teatro, ‘El labrador de más aire’. En cine, ejemplos de este binomio se pueden encontrar en ‘El cartero siempre llama dos veces’, ‘Un tranvía llamado deseo’ o ‘El calor de la pasión’, entre muchas otras.
El mes que acabamos de terminar, independientemente de la teoría de que cuanto más calor peores personas nos hacemos, el gobierno sionista de Israel ha conseguido que todos seamos un poco menos personas. Cuando callamos, miramos para otro lado, o simplemente obviamos el genocidio a que está sometiendo al pueblo de Palestina, tanto en Gaza como en Cisjordania. Somos menos personas, nos están matando la humanidad que cada uno tenemos.
Sin ser equidistante, nunca lo fui, he tenido más o menos claro que no deseo el sufrimiento de nadie, y mucho menos la muerte. Un ejemplo es que la película de Tarantino ‘Malditos bastardos’, la he visto, no me parece mala película, muy en línea del director, pero nunca he disfrutado, ni he simpatizado con las imágenes de violencia, aunque los objetos de violencia sean los nazis.
Este mes de julio tengo que decir claramente que el sionismo me ha hecho peor persona. Por supuesto que he llorado repasando noticias, imágenes y testimonios del genocidio al que están sometiendo al pueblo palestino, las caras de sus niños y no tan niños, pero sin querer ser equidistante, que, repito, no lo soy, hasta ahora cuando veía las fotos de los soldados sionistas muertos, no lloraba, no; pero tampoco me complacían. Veía las caras de jóvenes, casi críos, y pensaba en sus madres, sus familias…
yo no era de esa forma de pensar, por eso digo que el sionismo nos está haciendo peores personas, nos está robando la humanidad que sin duda teníamos. Esto hay que pararlo, sí o sí
Eso ha sido hasta este mes de julio, en el que al ver esas fotos de soldados israelíes, de forma automática, sin racionalizar, me ha surgido desde dentro un “os lo tenéis merecido”; con miedo que dentro de poco me salga otro pensamiento, un “me alegro”.
No, yo no era de esa forma de pensar, por eso digo que el sionismo nos está haciendo peores personas, nos está robando la humanidad que sin duda teníamos. Esto hay que pararlo, sí o sí. Tenemos que recuperarla.
Si, este mes de julio, lo recordaré por la calor, las bandas de nazis a la caza de emigrantes…, también lo recordaré por un sonido ensordecedor. El sonido de cazuelas y cacerolas en Gaza gritando “nos morimos de hambre”; también un sonido que, aunque debería ser más ensordecedor, ha sonado con fuerza desde el Machu Pichu de Perú, hasta la plaza de San Juan de Dios en Cádiz, desde Helsinki hasta las calles de Marruecos, el ruido de cacerolas y cazos vacíos que al ritmo de “stop the genocide” como se escuchó a principio de este mes el grito pidiendo ayuda desde el balcón de Ayuntamiento en la Plaza Consistorial de Pamplona, en el comienzo de las fiestas de San Fermín.
Desgraciadamente, los “líderes” mundiales me siguen recordando al capitán Louis Renault, cuando en Casablanca decía, “parece que aquí se juega”, mientras recogía las ganancias de sus apuestas. Ahora dicen, de confirmarse la masacre, de confirmarse la hambruna, de confirmarse el genocidio, “en el mes de septiembre reconoceremos al Estado palestino”. Como ha dicho Francesca Alabanese: “llegamos tarde, no es hoy tiempo de palabras, es el tiempo de acciones”.
¡ACTÚEN! … ¡¡¡¡ACTUEMOS!!!! DIARIO Bahía de Cádiz