Casi siempre cuando se hace un paseo encima de la nieve, sobre todo en latitudes en las que la nieve ocupa todo una buena parte del año, da la impresión de que allí la vida no existe, al menos la vida tal cual se conoce normalmente; me refiero más allá de seres microscópicos, bacterias, alguna clase de hongos y virus.
Parece mentira que puedan encontrarse organismos más completos cuando la nieve se derrite, como ejemplo la flor Edelweiss. Cuando la nieve, incluso el hielo se retira empiezan a aparecer animales más complejos, aparece de nuevo la vida.
En los desiertos, en las profundidades del mar, allí donde parece que la vida es imposible, siempre aparece una hormiga, un reptil en el caso de los desiertos. En el desierto de Atacama, en Chile, se produce un fenómeno especialmente bello. En las grandes planicies, normalmente cuarteadas y secas durante grandes periodos, años incluso, una ligera lluvia hace revivir y cubrir su superficie con un manto de flores multicolores.
Un pez, un alga, nos demuestran que sin luz, a grandes profundidades en el mar, casi sin oxígeno, se lucha por la vida y se vive.
Estos días estamos viviendo un ensanchamiento de la conciencia de apoyo a Palestina y contra el genocidio sionista. Aprovechando la Asamblea General de las Naciones Unidas muchos países han dado el paso de reconocer al estado palestino, y aunque alguno lo hace por puro postureo, bienvenido sea este reconocimiento.
El mundo del cine, intelectuales, las manifestaciones en Italia, la movilización ciudadana, es decir, de la sociedad civil es cada vez más amplia y trasversal, y en más países está consiguiendo situar el clamor por Palestina en las agendas políticas de gobiernos, y no es fruto de la casualidad. No es hora de pedir pedigrí a nadie, ni preguntar dónde estaban hace un año, lo que importa es dónde están ahora. Se está pasando de decir a hacer y esto es lo más importante, y lo que acabará aislando y parando los pies a los genocidas.
También es importante saber que lo que nos une son los valores de solidaridad, de justicia, de humanismo, de paz, contra cualquiera que intente acabar, borrar y expulsar de sus tierras a un pueblo por el hecho de ser palestino, es decir, en contra del sionismo.
se está pasando de decir a hacer y esto es lo más importante, y lo que acabará aislando y parando los pies a los genocidas
Y aquellos que hoy apoyan al propio sionismo en su camino destructor, que no duden que tendrán que responder tarde o temprano ante su propia conciencia, que les perseguirá toda su vida el haber sido, cuanto menos, corresponsables de esta masacre que están cometiendo. Y ojo, cuidado con aquellos que buscan resolver disputas partidistas con el único objetivo de aparecer los más no sé qué de todos, o simplemente facilitar la caída de otros, terminarán también perseguidos por su propia actitud, ojalá me equivoque.
Seguramente será porque casi a la mitad de la tierra la primavera ha llegado en última semana. “Dejadme la esperanza”, escribió Miguel Hernández, en el último verso del poema ‘Canción última’. Dejadme percibir el olor a miel, a risa de niño, a amor, a verde, a hierbas. Empiezo a sentir como entre el olor a miedo, a hambre, a carne quemada, a cuerpos destrozados bajo los escombros, tímidamente, se aprecia el olor a primavera, a vida.
Puede que me equivoque, puede que no sea así, pero “dejadme la esperanza”, esa esperanza con la que sigo creyendo que las cosas pueden cambiar si hacemos por cambiarlas. DIARIO Bahía de Cádiz