JORNADA 39. Un equipo metido de lleno en la lucha por el ascenso y otro deseando que llegue cuanto antes junio para marcharse de vacaciones, olvidar la nefasta campaña y resetear (con una más que necesaria limpia), se veían las caras en la tarde-noche del viernes en el Nuevo Mirandilla (con el controvertido rescate del nombre franquista del estadio de nuevo de actualidad, tras las últimas ocurrencias del consejero de Justicia). Otro derbi andaluz entre dos recién descendidos de Primera, UD Almería y Cádiz, que van rematando la temporada con sensaciones y metas antagónicas.
“Esperamos un rival muy bueno, de los mejores de la categoría. Esperamos hacer un buen partido y ganar. En casa estamos sólidos y bien”, apuntaban Gaizka Garitano en la previa de un choque donde los de amarillos se jugaban poco o menos: la honra, no hastiar todavía más a la fustigada afición y terminar de certificar matemáticamente la triste permanencia. Mientras los hombres de Rubi perseguían olvidar su dinámica como visitante, sin ganar desde enero.
Y con Chris Ramos todavía de baja, David Gil sancionado y Javi Ontiveros, Carlos Fernández y Brian Ocampo en el banquillo, el once titular del Cádiz lo conformaban: José Antonio Caro, bajo palos; Zaldua, Climent, Kovacevic y Fali, en defensa; Alcaraz y Álex Fernández, en el centro del campo; Sobrino y De la Rosa, en los extremos; Melendo liberado en la media punta, y Roger Martí en la delantera.
Con camisetas con el lema ‘Menores ni una gota’, tras la adhesión del club gaditano a la campaña de Espirituosos España, salían al verde los jugadores cadistas. Con apenas 13.000 almas en las gradas (unas 200, del poniente andaluz), y un ambiente más que animoso, jaleoso (con recurrentes gritos contra Vizcaíno, para no perder la costumbre, y papelillada de billetes con la cara del presidente), discurrían unos primeros minutos en los que el Almería parecía querer tomar el control, no atinaba, y el Cádiz aprovechaba para llegar a trompicones al área rival, mas sin hacer daño alguno.
Aunque la primera ocasión de peligro se la anotaban los rojiblancos en el 15, con un disparo de Nico Melamed repelido por la defensa a córner. Pese al susto, los de Garitano continuaron achuchando, a su manera estéril, a un oponente bloqueado por la presión de tener que ganar o ganar. Y en el 31, encima, se quedaban con un hombre menos al ver tarjeta roja Kaiky tras derribar a un Roger con opciones de disparo.
Sin embargo, la alegría no duraba ni un pestañeo en el Nuevo Mirandilla. En la siguiente acción subía al marcador el 0-1, tanto de cabeza de Melero, sin oposición, a partir de un saque de esquina.
El guion no varió con el gol, y ahora con más razón, con los de Rubi en inferioridad metidos en su campo, a la espera de contragolpear. El Cádiz tenía la pelota, la movía con criterio relativo, y al menos en el minuto 40 De la Rosa gozaba de una interesante ocasión de cabeza. En el otro lado, ya rondando el descuento, Caro intervenía con acierto para abortar una buena internada de Leo Baptistao. Y con pitada notable, se despedía al equipo camino del vestuario.

OTRA ROJA, DESESPERACIÓN Y LOCURA
Ocampo y Ontiveros entraban por De la Rosa y Sobrino de cara al segundo tiempo. Un centro del marbellí que no cazaba el delantero ponía en aprietos al portero almeriense. Y en la siguiente acción era Caro el que intervenía ante una embestida visitante.
Con el duelo de ida y vuelta, en esa misma vuelta de los amarillos, en el minuto 49, la UD Almeriense se quedaba con otro efectivo menos, con nueve, por expulsión directa rigurosa de Langa al hacer falta a Roger Martí cuando se colaba solo, asistido por el uruguayo. Kovacevic, en un cabeceo, estaba cerca de empatar, pero también Melero de hacer el 0-2.
Los gaditanos lo intentaban, no les quedaba otra con dos hombres más sobre el verde, pero todo se quedaba en eso, en intentos de empujar a su área al autobús almeriense. El tiempo pasaba rápido, y la grada se impacientaba padeciendo la impotencia de los suyos en un escenario muy a favor.
Carlos Fernández se incorporaba por Melendo, y tras una tangana, Garitano optaba por sacar a Fali (despedido no entre aplausos, precisamente) y meter a Chust. En el 68, Brian Ocampo probaba desde su banda (no sería la primera ni la última vez) y casi la colaba por la escuadra; a continuación era Mario Climent el que mandaba desviado un potente disparo desde dentro del área; y en la siguiente un cabezazo de Roger también se iba fuera.
“¡Irse pa la feria, con Vizcaíno… jugadores, mercenarios!”, empezó a canturrear fondo sur cuando el crono marcaba el minuto 80, el Almería (con su entrenador también expulsado) ya perdía tiempo de forma descarada, y el Cádiz merodeaba el área rival sin saber para qué. Otro lanzamiento, ahora de Rubén Alcaraz, más allá de los tres palos; y el habitual de Ocampo, a las manos de Fernando.
Pero cuando ya empezaba a certificarse el descalabro, con el descuento de cinco minutos en su agonía, Carlos Fernández (¿Carlos Fernández, seguro?), se estrenaba como goleador, estableciendo la igualada. La grada se lo tomaba a guasa y entonaba hasta el “campeones, campeones”. Y con el duelo totalmente roto, en la siguiente acción, una contra, Víctor Chust marcaba el 2-1, y se cantaba el gol de la remontada inesperada en el minuto 97 de tal manera que temblaban los cimientos del estadio gaditano.
Vaya locura de final y post pitido arbitral, con la tensión y frustración de los jugadores y cuerpo técnico del Almería saliendo a relucir, y otra roja, de propina. Tres puntos, con los que se supera esa barrera psicológica de los 50 puntos y matemáticamente se alcanza la salvación…, pero que no esconde la mamarrachada que es este Cádiz.
“En el segundo tiempo hemos jugado más con el corazón que con la cabeza. Tenemos jugadores de nivel para tomar mejores decisiones. No nos hemos rendido y hemos sacado adelante una victoria muy muy importante”, resumía en el postpartido su visión del choque Garitano, admitiendo el malestar de la grada: “tenemos que aceptar lo que diga la afición, no está siendo un año fácil”. Sin dudas, nada nada fácil de digerir. DIARIO Bahía de Cádiz