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Un cabroncete con cara de buena persona

Francisco Mesa Firmado por Francisco Mesa
30 de mayo de 2017
/tiempo de lectura: 5 minutos/
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CRÍTICA. Un avión no lo regala un rico cualquiera; tiene que ser un súper-rico, con ganas de sorprender y agradar a alguien muy especial para él.  Es lo que hace Mick Ross (José Sacristán): regalarle un avión a su joven prometida. El detalle del regalo marca desde el inicio la historia de Muñeca de porcelana, del dramaturgo David Mamet, que se vive bajo los efectos de la burbujeante euforia en el protagonista, por su próxima boda y la deseada jubilación definitiva, dedicada enteramente a su joven prometida. La novedad en el relato es que el regalo no solo es una muestra del poderío económico de Mick Ross, también lo es de su sagacidad para evadir impuestos. Pero, una serie de contratiempos, transforma el optimismo vital del influyente y poderoso personaje acostumbrado a hacer lo que le venga en gana, en la amarga constatación de su caída en desgracia, merced a las añagazas de sus enemigos.

¿Por qué una obra que ha recibido críticas negativas en la versión original, China Doll, interpretada por Al Pacino. es acogida con tantos elogios por la crítica especializada en España? Queda fuera de mi comprensión. Visto lo visto, me sorprende la discrepancia; mejor dicho me resulta difícil seguir la línea del elogio –porque sí- de algunos críticos.

Desde luego, coincido con las críticas del estreno en EE.UU. sobre el final de la obra, una mancha en el brillante hilo conductor de la trama urdida por el dramaturgo. La solución planteada se antoja como una salida apresurada y cómoda. Parece como si el final diera igual, como si solo le interesara al autor contar el arduo proceso de destrucción del personaje. La burda acción de desenlace y la lentísima escenificación del cierre de la obra -un minuto largo para una sola frase- producen la penosa sensación de final inconcluso, estéril y discordante con lo vivido previamente sobre el escenario.

La obra se divide en tres partes, casi idénticas en duración, que se ciñen al patrón clásico de introducción-desarrollo-conclusión y que siguen de cerca la teoría aristotélica de la unidad de acción, tiempo y lugar para la tragedia. Pero la obra no se plantea como una tragedia, a lo más un drama en la última fase del relato; incluso al principio de la historia el dramaturgo busca la complicidad y complacencia del público con el protagonista,  cuyo permanente cuasimonólogo arranca algunas risas a medias en momentos determinados. La obra más bien está regulada por la técnica del espejo, el protagonista se contempla a sí mismo con satisfacción narcisista y metafóricamente se desnuda ante el público como un prepotente y arrogante rico, obligado y acostumbrado a utilizar el modelo de corrupción establecido por la elite político-económica. Claro que no es fácil construir una pieza teatral sobre trazos de conversaciones telefónicas, como se hace en Muñeca de porcelana, y es digno de alabar la habilidad técnica del autor para conseguirlo, aunque el público tiene dificultades para entender la magnitud del problema planteado y la batalla que se libra entre Mick Ross y sus ausentes enemigos.

 

Hay quien valora que la escenografía de Muñeca de porcelana está muy conseguida. De acuerdo; pero la habilitación del espacio escénico como el despacho de un gran magnate, con mesa, silla y diván, no parece un logro especialmente reseñable. Si, quizá, cómo con los armarios embutidos en la lacónica pared frontal, repletos de los mismos trajes, licores y maletas, y con la repetición de gestos maníacos de Mick Ross -al gusto de Al Pacino y que casi desaparecen conforme avanza la acción-, se subraya el carácter sicóticos del comportamiento del protagonista. Pero son recursos de manual si se siguen las referencias culturales vistas hasta la saciedad en películas o series estadounidenses: el rico, además de cabrón, es un chiflado, cuando menos excéntrico. ¿Recuerdan a Monty Burn de Los Simpsons?

Probablemente, en la benevolencia de las críticas tenga mucho peso la valoración positiva del trabajo de interpretación de José Sacristán, en un papel cuyas medidas no le sientan especialmente bien. El actor tiene cara de buen tipo, y todos lo tenemos como tal, aunque en el escenario deba despacharse a gusto como un rico de armas tomar, sin escrúpulos y arrogante, acostumbrado a utilizar todas las artimañas, legales o censurables, para conseguir sus objetivos. Como muchos personajes que pasan de la cima al arroyo, ídolos con pies de barro y por tanto aniquilables y sustituibles por otros ídolos, José Sacristán (Mick Ross) termina pareciendo un pobre viejecito, con un pie en residencia de tercera edad, más que el todopoderoso hombre que se describe a sí mismo en los compases iniciales. Y ese rol de viejo decadente y desvalido le viene como anillo al dedo al gran actor español, al contrario del ominoso Mick Ross, porque José Sacristán tiene cara de buena persona. No lo puede evitar. Casi nos reímos con él cuando se autodescribe como arrogante, sinvergüenza y abusón en el trato con su ayudante en los compases iniciales de la representación.

Creo que la recepción positiva de la obra es consecuencia del acierto de su producción en España en el momento adecuado. Teniendo en cuenta que la obra destapa las vergüenzas del ominoso y corrupto Mick Ross, la calurosa respuesta del público puede devenir de la sensibilidad del público al tema planteado, debido a los casos de corrupción conocidos por la sociedad española en los últimos tiempos. Quizá el éxito sea una respuesta razonable y espontánea del público a la metáfora sobre la corrupción en clave interna. En todo caso, el texto viene con moraleja: la corrupción destruye y aniquila a quienes participan de ella, incluso siendo espectadores pasivos de la misma. DIARIO Bahía de Cádiz Francisco Mesa


FICHA DEL ESPECTÁCULO:

‘Muñeca de porcelana’ de David Mamet (versión: Bernabé Rico).
Producción ¡Bravo! Teatro. Actores: José Sacristán, Javier  Godino. Dirección: Juan Carlos Rubio. Diseño escenografía: Curt Allen Wilmer. Diseño iluminación: José Manuel Guerra. Diseño sonido: Mariano J. García López. Figurinista: Guadalupe Valero. Realización vestuario: Derby 1951.
Lugar y día: Teatro Villamarta de Jerez de la Frontera, 26 de mayo de 2017. Asistencia: Lleno.


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Tags: crítica culturalculturaJerezTeatro Villamarta
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