Una de las caras menos ‘vendidas’, explotadas y reconocidas de la Bahía de Cádiz, más allá de peaje e incluso para los propios oriundos, estuvo presente (no en el festival Alcances como hubiera sido lo esperable, no llegó a tiempo) en el Festival de Cine Europeo de Sevilla. Dentro de uno de sus ciclos, el de ‘Panorama Andaluz’, se seleccionó el documental ‘Al sur del sur’, dirigido por Manuel Blanco, una historia “sobre la Bahía y la gente que la habita, partiendo de los esteros con una apuesta por su sostenibilidad como motor económico, turístico y ecológico”, se apunta en la sinopsis.
“Pensaba que aquí había una historia y había que contarla; la gente de la Bahía vive en guerra consigo mismo”, admitía su director en el estreno del trabajo en la noche del pasado 11 de noviembre en un Teatro Alameda casi lleno, con muchos gaditanos en las butacas de nacimiento o sentimiento (DIARIO Bahía de Cádiz tampoco quiso perdérselo). “En 2016 comenzamos a trabajar en el documental, escribiendo y desarrollando un mapa visual de la Bahía y de sus habitantes. Pronto descubrimos que la historia debían narrarla ellos, y de ellos es el protagonismo”, señalan sus promotores. “Son todas historias pequeñitas que, sin embargo, creemos que merecían contarse”.
Poco más sesenta minutos de metraje (rescatados de entre más de mil horas de brutos) en los que se avanza sin bulla ni metas, ¿como la Bahía misma?, navegando entre imágenes espectaculares (poesía visual) de la faceta más natural de este rincón (no hay que olvidar que la comarca está imbuida y marcada por un Parque Natural muy alterado por nuestros antepasados, aunque desde hace años se viva casi de espaldas a él, y el mar), y descartando las tópicas secuencias turísticas para atraer a vascos, catalanes, madrileños, sevillanos, alemanes y británicos. Tampoco suena carnaval, ni flamenquito, ni se hace alarde de “lo gracioso que somos” ni de picaresca, ni de tortillitas de camarones, ni de cadismo ni de catetismo entre poblaciones vecinas que se necesitan. Todo eso (y mucho, mucho más) también es la Bahía gaditana, aunque el documental rehuye de explicitarlo, conscientemente, o no.
“No busca ser un publirreportaje”, remarcaba Blanco en la presentación de la cinta, en el que las estampas sosegadas (¿y nuestro levante?) van de la mano junto a conversaciones cercanas y reposadas (monólogos y divagaciones, guiadas y no), donde para nada importa la acción (ni las voces de los políticos, de hecho, el documental no depende de ni un euro de dinero público). Se persigue reflejar con la palabra (y los gestos, y la naturalidad de alguno de los entrevistados) sentimientos, pasiones, vivencias, rabia, nostalgia, desazón, impotencia pero igualmente esperanza (poca) en que algún día “la gente de la Bahía reaccione”. “Tenemos una riqueza tremenda, la precariedad no se corresponde con nuestro entorno”, reitera uno de los interpelados más activistas.
La modesta película de este filólogo sevillano y profesor de Humanidades de la Universidad de Huelva (que firma guión, fotografía y dirección), parece buscarle una identidad singular al gaditano que vive y/o sobrevive en la Bahía, el que huye (por falta de trabajo, casi siempre) de su Bahía mas necesita volver, el que se queja mucho pero no hace nada por su tierra… indagando entre salinas, marismas y el arte milenario de los esteros, abandonados en gran medida en la zona (aunque la Asociación Bahía de Cádiz o proyectos como Las Aletas alternativa real y sostenible, tratan de recuperar del olvido este modo de vida y lo plantean como opción viable para revitalizar una comarca precarizada y deprimida, ultradependiente del sol y playa y de sus astilleros, de forma autogestionada y sostenible).
El documental está producido por Marta Sánchez-Saus y la propia productora de Manuel Blanco junto a profesores universitarios de Comunicación de las universidades de Cádiz, Sevilla, Huelva, M2 Comunicación; y está ‘bañado’ en la banda sonora original de Francisco Javier Torres Simón, profesor de la Facultad de Comunicación de la Hispalense.
PROTAGONISMO CORAL
La selección de las personas que aparecen en este trabajo audiovisual rodado íntegramente en la Bahía casi sin presupuesto, se hizo según criterios que obedecían a la narración “y, ciertamente, hubo gente con mucho que aportar que, sin embargo, tuvo que quedarse fuera: bien por motivos argumentales o, más bien, porque lo que querían transmitir ya estaba implícito en lo que habían dicho otros compañeros”, se aclara en el dossier de la producción.
Así, existe un cierto hilo narrador que viene dado por las voces femeninas de María Esquivel, Fani Escoriza, Ana Mínguez Otero y Sandra Pérez. Y en el discurrir de la obra se considera oportuno introducir una justificación histórica “que nos permitiera entender de dónde veníamos en la Bahía, el porqué de la desindustrialización y cómo afectó al empleo”: en este apartado están los testimonios de los catedráticos Rafael Sánchez Saus (de Historia Medieval) y Juan José Iglesias Rodríguez (de Historia Moderna).
Mirando al pasado sobresalen (arrancando la sonrisa sincera) las vivencias de Pablo Pérez, último vigilante de la batería de Urrutia, fortificación de carácter defensivo situada en la Punta del Boquerón, en San Fernando; y entre el ayer y el hoy aparecen las palabras de Jesús Gómez Sandovete, buen conocedor del poblado de Sancti Petri.
José Domínguez, uno de los miembros de la Asociación Bahía de Cádiz y experto en ostiones y ostras, relata (por momentos, emocionado) la labor social que desarrollan en su empresa, y no deja de reconocer una evidencia: la mayor parte de la gente de la Bahía actualmente no sabe ni qué es un estero (ni él mismo lo tenía claro antes de implicarse en su obsesión hoy día), pese a que sus ciudades están rodeadas de ellos. Ismael Sánchez Gomar ofrece, desde la medicina, un análisis biológico de los beneficios de la salina, sus pescados y sus productos derivados. De algas de la zona y de su potencial económico y medioambiental comparten su visión el empresario José Manuel Gómez y el catedrático de la UCA Lucas Pérez Llorens.
Y José María Romero y Juan Manuel Barrios aportan una radiografía pesimista (o realista) de la comarca centrada en su desindustrialización, la falta de expectativas de los jóvenes, la fuga de talentos, la apatía política… “se van porque no tienen nada y porque no ven aquí su futuro… desde hace tiempo se les está haciendo ver que aquí no tienen futuro”. No sin instantes de optimismo si se cree en la propia riqueza que nos rodea. Y que nos ahoga. Dany Rodway