“Es evidente que el mundo dispone de recursos para mejorar la vida de las personas, sanar el planeta y lograr un futuro de paz y justicia. Sólo hay que poner entusiasmo en ello; y, en lugar de invertir en armas, priorizar el tiempo en ponerse de acuerdo y en caminar juntos”.
Resulta público y notorio, que todas las cosas ya coexistieran, pero como nadie escucha en este mundo, es siempre necesario comenzar de nuevo; al menos para tomar el sano propósito de poner el oído al clamor de los pobres y de la tierra que continúa elevándose hoy, implorando ecuanimidad y orden. Aún ahora, después de tantos años vividos y de mil caminos surcados, el horizonte de lo armónico, permanece desgraciadamente alejado de la vida real de muchas gentes y, por ende, de la familia humana, que está totalmente interconectada.
Por supuesto, estamos en una época de caos e incertidumbre y entramos en 2026 divididos, con persistentes enfrentamientos y el colapso climático, unido al aluvión de violencias y violaciones sistémicas del derecho internacional.
Nuestro porvenir, como en cualquier otro período, se nutre de anhelos. La ilusión sirve cuando la realidad la toma de la mano, sabiendo de que todo depende de nosotros, de que actuemos colectivamente con valentía y valor, partiendo del propio corazón y de las relaciones en la familia, en la sociedad y con el medioambiente. Esto nos demanda a ser activos, a no quedarnos parados y mucho menos pasivos ante ningún contexto. Mal que nos pese, el diálogo entre las diversas generaciones debe ser continuo y persistente, como base para la realización de proyectos compartidos. Quizás, por ello, tengamos que modificar las prioridades. A mi juicio, considero por ejemplo esencial la apuesta por la educación, como factor de libertad, responsabilidad y desarrollo.
Es evidente que el mundo dispone de recursos para mejorar la vida de las personas, sanar el planeta y lograr un futuro de paz y justicia. Sólo hay que poner entusiasmo en ello; y, en lugar de invertir en armas, priorizar el tiempo en ponerse de acuerdo y en caminar juntos.
Desde luego, nos merecemos un presente más poético que político, que fomente la cultura del abrazo en sus abecedarios de cada día, frecuentando el pasado para aprender de la historia. Solo así, se puede alimentar el entusiasmo de hacer germinar nuevos deseos, floreciendo la esperanza y la dicha de comprendernos. De este modo, unidos, podremos compartir las vivencias unos de otros, que es lo que nos engrandece el alma, para centrarnos en la fraternidad y en la alianza entre el ser humano y su entorno.
Jamás rechacemos los sueños, son los que nos sostienen. Sea como fuere, está visto que nos precisamos y nos requerimos para auxiliarnos entre sí, contribuyendo a que la vida mejore para todos, con el acceso a los servicios y oportunidades, dignidad y autodeterminación, con una perspectiva del acompañamiento y de la seguridad, centrada en el ser humano y no en el incentivo bélico.
estamos en una época de caos e incertidumbre y entramos en 2026 divididos, con persistentes enfrentamientos y el colapso climático, unido al aluvión de violencias y violaciones sistémicas del derecho internacional
En consecuencia, la mano tendida fomenta el encuentro y la cercanía, desactiva la hostilidad y activa la amistad, lo que genera una atmósfera de concordia, o sea, un equilibrio fundado en la confianza recíproca, con el cumplimiento de las condiciones acordadas. Ojalá que, con el inicio de este nuevo año, la proximidad sea un hecho que comience por nuestros propios latidos internos, de la mente y el corazón.
No olvidemos que el flamante ciclo, comienza con la deidad de unos brazos de Madre y la paciencia de un Padre que vierten su cariño en un pesebre, donde está el Verbo naciente; y, lo hacen, con espíritu completamente desprendido, animosos de ternura y templados de esperanzas. Es el Dios-poesía que nace para no excluir poema alguno y hermanarnos.
Únicamente, bajo esta mística forma, podremos tejer los hilos de un orbe que desteje el odio para tejer el amor, ese que lo pintan ciego y con alas. Con visión de asombro, para no ver los tropiezos y con vuelos de altura para librarnos de lo mundano, nos hallaremos libres. Emancipados de lo cruel, dejémonos embellecer por el esplendor del verso, para que no gobierne ni el poder y sí la poda, ni la dominación y si el ánimo donante. DIARIO Bahía de Cádiz









