Algo se está agitando en el norte de África y nos va a afectar. España se mueve en sus relaciones con Marruecos y Argelia entre la ventana de Overton y la navaja de Ockham.
La Generación Z marroquí ha iniciado una oleada de protestas sin precedentes, tendríamos que retrotraernos al movimiento Hirak para encontrar algo parecido, pues si bien coinciden en la petición de mejoras sociales el segundo posee unas componentes identitarias rifeñas evidentes.
Nuestro vecino se enfrenta en estos días a una presión social interna que puede suponer un riesgo claro para la legitimidad del régimen político actual que parecía inmutable. La juventud se activa, conecta y organiza. Ante esto el estado responde con las habituales medidas de control – represión selectiva (muertos, al menos tres; heridos, más de trescientos y detenidos, cuyo número supera los cuatrocientos), acuerdos con poderes locales, o campañas mediáticas – que pierden efectividad. La Casa Real cometerá un grave error si se muestra distante o incapaz de canalizar estas demandas. “Menos mundiales y más hospitales” es un clamor; y la precariedad junto a la falta de esperanza en el futuro lo que siempre mueve a los jóvenes de cualquier cultura, religión o nacionalidad.
Por otro lado, hace unos meses tuvieron lugar dos hechos que pasaron relativamente desapercibidos para los españoles, uno fue la huida a España del número dos del espionaje marroquí y el otro la extradición a Alemania de un presunto agente marroquí que vigilaba al exilio rifeño. Uno de los aspectos relevantes de lo expuesto es que define un notorio carácter transnacional. La Unión Europea se ve obligada, si es que eso es posible, a mantener el equilibrio entre la cooperación judicial y seguridad frente a las garantías de derechos políticos y asilo. En medio parece estar nuestro país, como ahora seguiremos exponiendo.
Hace apenas unos días nos fue precisamente gas natural lo que nos llegó de Argelia sino el exjefe de la inteligencia argelina, el general Haddad que escapaba de su país donde se encontraba detenido. Desde la geopolítica el análisis parece directo, que una figura tan ligada al aparato de seguridad argelino huya en patera a Alicante es sintomática revelando fracturas internas, por una doble vía: información sensible que sale del país y personas que desde dentro le han tenido que apoyar en su fuga.
Podemos fácilmente comprobar cómo España es el nexo donde se encuentran Argelia, Marruecos e intereses de la UE en el norte de África.
nuestro vecino se enfrenta en estos días a una presión social interna que puede suponer un riesgo claro para la legitimidad del régimen político actual que parecía inmutable
Por cierto ¿se acuerdan del caso Qatargate? Al que según el diario alemán Der Spiegel se debiera sumar Marruecos, quien habría sobornado, “comprado”, al exeurodiputado italiano Panzeri, para influir en aquellas decisiones que se adopten en el seno del Parlamento Europeo y que le puedan afectar.
Marruecos es, debe ser, nuestro aliado y las relaciones fluidas, honestas y presididas por la reciprocidad.
Sin necesidad de acudir a ningún Think Tank especialista en el orden mundial observamos como la conjunción de protestas juveniles en Marruecos, las operaciones de espionaje contra el exilio, la fuga de figuras de seguridad en Argelia y la posible sucesión en Rabat conforman el escenario ideal para la aparición de una tormenta perfecta que pueda desestabilizar el tablero geopolítico aún más, ya desplazado hacia oriente por las acciones de Putin y Netanyahu, aunque en mi opinión la auténtica mano que controla los hilos la podemos encontrar en Norteamérica y relacionada con su pulso con China.
Debo concluir como empecé y saquen sus conclusiones. Algo se está agitando en el norte de África y nos va a afectar. España se mueve en sus relaciones con Marruecos y Argelia entre la ventana de Overton y la navaja de Ockham.
Y esperando que el siguiente aforismo de Soul Etspes no se materialice: “Cuando la geopolítica muestra lo evidente la catarsis se advierte”