Entre playas y hoteles de lujo, y polígonos, la agricultura continúa formando parte del paisaje y la economía de Chiclana. Pese a la gran crisis que vivió en los años 70, hoy en apenas 36 hectáreas se producen al año 3.200 toneladas de frutas, verduras y hortalizas, sin contar con las 90 hectáreas de viñas y sus vinos de calidad disparada.
La Chiclana de hoy, que ya supera los 90.000 habitantes adelantando incluso a El Puerto de Santa María en población y acercándose mucho San Fernando, ha sabido mantener viva su tradición agrícola incluso siendo como es una potencia turística estival, y conviviendo con potentes polígonos industriales y comerciales. La localidad produce anualmente más de 3.200 toneladas de frutas, verduras y hortalizas, desde el tomate hasta cultivos tan singulares como la pitaya.
Precisamente, en 2026 se cumplen 150 años del título de ciudad, trato honorífico que el rey Alfonso XII le otorgó a la villa, entre otros motivos, porque superaba las 3.500 hectáreas de uva palomino, rey y moscatel. Un monocultivo del que Chiclana vivió durante siglos hasta que se terminó de diluir en la década de los 70 del siglo pasado.
José Luis Aragón Panés, cronista oficial de la ciudad, sitúa en 1973 la entrada en caída libre de la viña por la crisis del petróleo y la consiguiente subida de precios. Una situación que, una década después, recibió la puntilla con la expropiación de Rumasa, que era la corporación de la familia Ruiz Mateos que compraba el 80% de la producción de Chiclana. Además, el arranque de viñas impulsado entonces por Europa tampoco ayudó, junto a las nuevas modas: “desaparecieron muchos bares de vinos porque la gente joven pedía cervezas y cubatas”.
Así, las hectáreas de viñas han quedado reducidas a unas 90, y las de otros cultivos van por 36 hectáreas productivas, solo teniendo en cuenta a la tierra de los socios que llevan sus productos a la Cooperativa Nuestra Señora de las Virtudes, de Conil. Eso sí, “con un alto nivel de eficiencia productiva en muchas de las explotaciones”, resaltan desde esta sociedad.
SOBRE TODO TOMATES, ENTRE UNA GRAN VARIEDAD
En la actualidad, más de cuarenta productores cultivan 34 productos agrícolas en Chiclana: la mitad de las toneladas son de tomates (unas 1.443 toneladas): de ensalada, de pera y Rosalinda, también corazón de buey o variedades de cherry. Le siguen en producción los pepinos (248 toneladas), los puerros (casi 209 toneladas), las patatas (191 toneladas), y luego los boniatos, los pimientos, las zanahorias, las cebolletas y el fresón, del que se recogen más de 32 toneladas.
Pero esta tierra también da aguacates, alcachofas, apio, brócoli, calabacín, calabaza, cardo, col roja, judía verde, limón, nabo, naranja o rábano; e incluso algunos menos frecuentes como la pitaya, los higos, la hierbabuena, los guisantes o la sandía.
Son los datos de la cooperativa al cierre de 2024, que “dan una idea de una tierra que es capaz de producir una gran variedad de frutas, verduras y hortalizas”, resaltan desde el Ayuntamiento en la información trasladada a DIARIO Bahía de Cádiz. En conjunto, generan 2 millones de euros dentro de Las Virtudes, que es quien los comercializa.
La mayoría de las parcelas dedicadas a los cultivos están en la zona del Pinar de los Franceses, el Molino nuevo, Hozanejos y las Lagunetas. El hecho de que muchas estén próximas “puede facilitar la planificación conjunta de infraestructuras como el riego, los caminos agrícolas, o incluso acciones conjuntas de puesta en valor desde el punto de vista educativo y turístico”.
Mientras, la propia cooperativa evidencia que en contra de un crecimiento de los cultivos en la localidad juega el precio de los terrenos y la falta de mano de obra, “de futuros agricultores que le den continuidad al trabajo de la tierra”.
MENOS VINO PERO DE MAYOR CALIDAD
Por otro lado, en la última vendimia, en Chiclana se molturaron 486.040 kilos de uva, según refleja el informe del Consejo Regulador de las Denominaciones de origen Jerez-Xérès-Sherry. Una campaña corta, primero por la plaga del mildiu y después por la ola de calor de primeros de agosto. Pese a la disminución de la cantidad, la graduación ha sido superior, entre 12,5 y 13 grados, lo que se traduce en una mejor calidad del fruto.
Los vinos de Chiclana se han reducido en cantidad, pero su calidad se ha disparado con el consiguiente espaldarazo de numerosos premios. E igualmente, en general no hay relevo generacional, “pero a lo mejor el romanticismo puede salvar algo, porque hay jóvenes que están regresando porque sus padres tienen un terreno y quieren mantener la tradición y que los vinos estén siendo premiados, también ayuda”, exponen desde el Consistorio.
MEDIDAS A FAVOR DE LA PRODUCCIÓN LOCAL
Al respecto, el alcalde José María Román, y el presidente de la cooperativa Las Virtudes, Bartolomé Ramírez, firmaron el pasado noviembre un convenio de colaboración para poner en valor el cultivo de las verduras y hortalizas locales, y el fomento del consumo de estos productos de kilómetro cero.
Y entre esas medidas, se encuentran que el Ayuntamiento chiclanero bonificará el IBI en un 50% para 2026 y en un 80% en 2027 a los socios productores. A esta se sumará que cederá tierras municipales con disponibilidad de agua, mejorará los caminos rurales, organizará una feria de promoción de productos de la huerta de Chiclana, convocará un concurso de tapas y facilitará la bonificación del ICIO para la instalación de sistemas fotovoltaicos destinados a la extracción de agua.













