CARTA AL DIRECTOR enviada por: Pablo Sánchez Abascal, de Cádiz
Ay, Baldomero, “que te metes en todos los charcos”, me decía la abuela cada vez que nos sentábamos a la mesa a almorzar y yo venía de meterme -como de costumbre- en asuntos en los que nadie me había invitado.
Para empezar. No ando buscando posicionamiento político alguno. El radicalismo ácido de orina reconcentrada y recalcitrante lo dejo completamente de lado para sumergirme de lleno en la reflexión intrínseca de la especie humana. El hecho tristísimo y evidentemente irreversible de que se esté produciendo una masacre en la franja de Gaza -hecho que, como no puede ser de otra forma, repudio desde lo más hondo de mi alma- no implica la negación o la ceguera generalizada que se resulta del odio, la ira o el rechazo que produce la muerte o el sesgo de una vida -mil… decenas de miles ellas- en condiciones de violencia o abuso de poder.
Da asco solo de pensarlo, solo el pulsarlo en el teclado del ordenador se siente descorazonador.
Por desgracia, todo es política. Política mala y barata que, en realidad, no es política. Es no-política, la que siempre repudié y de la que nunca participé. “Se nos acabó el amor”, lamentaba una despechada Rocío Jurado tras más de un fracaso sentimental, de la misma forma en la que me despeché (igual que la Rosalía) desencantándome de los textos platónicos con los que se me erizaban los pelillos del brazo al escuchar solamente la mención de la tan bella palabra.
Voy al grano. La historia enquistada de lo que actualmente denominamos Israel y Palestina no se puede reducir a la disputa territorial de dos estados. Los pueblos nómadas que poblaron y vagaron a lo largo y ancho de la península arábiga se remontan a tiempos antiguos, muy antiguos. Incluso en las sagradas escrituras se citan algunas de las disputas entre el pueblo de David y los filisteos, siendo la famosísima parábola de David y Goliat un claro ejemplo de lo que los judíos y los palestinos de hoy en día heredaron de un pasado contado a base de riñas y conflictos.
Continúo. Conflicto actual: Hamás cometió un crimen imperdonable con el ataque terrorista en que la crueldad de sus actos no tuvo precedentes. Israel está matando a palestinos de forma indiscriminada, violando todos los derechos internacionales que ponen límites al campo, en este caso, al campo de guerra en que se ha convertido Gaza. Podemos decir, avergonzándonos por ello, que su procedimiento se asemeja a un exterminio palestino.
Debate. ¿Cómo actuaría usted si, pongamos por caso, alguien entrara en su casa y matara a sangre fría a toda su familia: su padre, su madre, su esposa y sus dos hijos? ¿Cuál sería la definición práctica y concreta de lo que se entiende por defensa legítima? ¿Pensaría usted -ya le digo que no pensaría porque estaría cegado por la ira y el deseo de venganza- en matar cruelmente a toda la familia del desgraciado que acabó con todos sus sueños y arruinó su vida? ¿Y si resultara, además, que dispusiera de los medios para acabar con todos los primos o vecinos que vitoreaban al asesino cuando presumía, se reía y se mofaba de los lamentos de los chicos antes de dispararles su tiro de gracia?
Sea honesto consigo mismo y piense realmente su respuesta. Resulta de actualidad en el debate el video de aquella mujer que, acudiendo al juicio del violador de su hija de apenas siete años, se coloca delante del violador, se abre la gabardina que le ceñía el cuerpo y descarga sin detenerse el cargador de la pistola que llevaba escondida entre los brazos. El violador, además de liquidado, recibe una sarta de insultos en forma de comentarios del video en el que se recogen esas imágenes. Debo confesar que, incluso yo, sentí cierta sensación de satisfacción interior al ver puesta en práctica la ley santa que declara “ojo por ojo y diente por diente”. Me sentí ciertamente reconfortado, a pesar de los pesares.
Les recuerdo. Antes de que me sigan cosificando con esas mentes cautivadas en el tintero de una mesa Versalles, declaro públicamente mi más sincero deseo del fin inmediato de la masacre del pueblo de Palestina.
Retomando. ¿Cómo actuarían ustedes ante el asesinato a sangre fría de sus seres más queridos? Mire, se lo pregunto porque la verdad es que yo no sé cómo actuaría. Pero les aseguro que no me sorprendería nada que mi deseo de revancha superase todos los derechos internacionales que se puedan suscribir en cualquier tratado gubernamental. Acabaría con todo y arrasaría con todo lo que pudiera significar hacerle daño al asesino de mi familia. Y a sus palmeros, también me los llevaría por delante. ¡Vamos, que si lo haría!
Comencé el texto señalando que la historia de disputa entre el pueblo israelita -que no israelí- y el palestino viene de muy largo. Encima, está tan enraizada que ni con un invento de McGyver acabaríamos solucionando la cuestión.
Entonces: ¿cuál es su propuesta? Exprésela. ¿Qué debería haber hecho Israel como respuesta justa y proporcional al atentado terrorista de Hamás? Dé, por favor, cifras y detalles, porque en este caso cada vida importa.
Pienso en el atentado del 11 de septiembre en Estados Unidos y en la situación que se vivió en Iraq, una nación creada a escuadra y cartabón por las potencias occidentales presentes en el entramado del bando ganador. Pienso en Siria, en el Líbano. Pienso también en Cisjordania.
Le hago otra pregunta. Si, cuando se produjo el atentado de Madrid el 11-M, se hubiese descubierto la conspiración de un país enemigo para la realización de esa fechoría, ¿hubiese apoyado la invasión militar de dicho país? Y si su marido, o su mujer, con sus hijos de la mano, hubiesen estado presentes en uno de los vagones que los terroristas detonaron haciéndolos explotar en Atocha con decenas de personas en su interior, también su marido o su mujer, con sus hijos de la mano? ¿Cuál hubiese sido, según usted, una reacción proporcionada a tal masacre?
No a la guerra. La guerra nunca es la solución, sino el problema. La guerra implica, incuestionablemente, el fin por causa del deterioro en la comunicación. La comunicación es en sí el bien más preciado que tiene el ser humano y que nos diferencia y nos empodera respecto al resto de las especies animales.
Para terminar. No a la guerra; sí al amor, al sexo, a las drogas y al rock and roll.