“Es obvio que mi bisabuelo no estaba pegado a la
iglesia católica ni a ninguna otra, ya que para entonces no había alternativa
religiosa: o se era católico o nada; o se era religioso o bien se aceptaban
ideas antirreligiosas, como el anarquismo o socialismo de aquella época”. Así de
rotundo se muestra Pedro Castillo Corbacho, bisnieto de Pedro Corbacho Lagos,
principal ajusticiado en la trama de La Mano Negra, de la que fue la cabeza
pensante a la vista del fiscal que llevó el caso, en su libro Proceso a los
hermanos Corbacho.
Una afirmación comprensible, máxime si tenemos en
cuenta que más de medio siglo después –52 años para ser más exactos– de la
ejecución de los hermanos Corbacho, las ideas antirreligiosas que estos
compartían repercutieron tanto en sus hijos como en sus nietos. Años más tarde,
los descendientes de los Corbacho fueron perseguidos.
La persecución de la familia comienza a partir de
la llegada el 18 de julio de 1936 del
Movimiento nacional a Jerez, que en diez días
escasos, es aclamado por la prensa del lugar, circunstancia que posibilitó que
la derecha se hiciera con el control de la ciudad sin traba alguna.
“Al estallar la
guerra y apoderarse de las riendas los nacionales, comenzó una serie de
delaciones como venganza personal por parte de algunos individuos en contra de
otros. Los acusaban de rojos o comunistas, quizás hasta sin serlo. De esta
manera, muchos hombres fueron perseguidos, detenidos y fusilados sin juicio
previo. Esto fue lo que estuvo a punto de suceder con los Corbacho”, indica
Pedro.
Aunque había
pasado mucho tiempo de la historia de La Mano Negra, todavía estaban en la
memoria de muchos lugareños los tenebrosos sucesos de los años 1882-1884. Unos
hechos sobre los que él, después de estudiar el caso, tiene una idea clara: “Las
autoridades y otras personas interesadas aprovecharon este luctuoso suceso para
acabar con los movimientos campesinos que estaban proliferando en aquella
época”.
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