Cádiz y San Fernando fueron
las primeras ciudades de la Península en sufrir las consecuencias del intento de
golpe de Estado de 1936, el cual desembocaría en la guerra civil que asolaría el
país desde 1936 a 1939.
El isleño José Enrique Varela
Iglesias, que cumplía arresto militar una vez más a causa de sus reiteradas
conspiraciones contra la República, es liberado el 18 de julio de su reclusión
en el Castillo de Santa Catalina en Cádiz por el gobernador militar, general
López-Pinto Berizo. Acto seguido, Varela se pone al mando de las tropas alzadas
y se hará con el control de la ciudad, tras asediar y rendir el Gobierno Civil.
La resistencia popular fue escasa, lo que avala la afirmación de que en la
provincia –y más aún como veremos, en San Fernando- no hubo guerra, sino
simplemente represión. DIARIO Bahía de Cádiz
En San Fernando, Ricardo
Olivera Manzorro, a quien la República le retiró la confianza pocos días antes,
fue nombrado comandante militar por los insurgentes, aprestándose inmediatamente
a publicar el bando de guerra y a ordenar a fuerzas de Marinería e Infantería de
Marina la ocupación de los puntos estratégicos de la ciudad. Al respecto, la
historiadora Alicia Domínguez Perez, en su libro ‘El verano que trajo un largo
invierno’, reseña cómo en San Fernando, “(…) los únicos que resistieron al
alzamiento fueron las dotaciones de los buques Lauria y Cánovas del
Castillo. El primero fue cañoneado desde tierra, provocando esto su
hundimiento, y el Cánovas, bombardeado desde el aire por dos aviones, izó
la bandera blanca. La dotación fue desarmada y detenida”. No tardaría mucho en
iniciarse una feroz purga contra la oficialidad y la tropa que se mostró leal a
la República.
Los golpistas nombran alcalde
al comandante Isasi

El 21 de julio los golpistas
locales escenifican la constitución de la nueva Corporación Local. Ocupa la
presidencia el susodicho Ricardo Olivera Manzorro, a quien acompañan seis
oficiales, entre ellos Ricardo de Isasi Ivisón, “al objeto de posesionarlos en
los cargos para que han sido designados en este Ayuntamiento”. En su discurso,
Olivera Manzorro emplea la excusa que los facciosos usaron para confundir a la
ciudadanía: “El glorioso movimiento emprendido por el Ejército y la Marina de
Guerra (…) tiene como principal misión instaurar en España una República honrada
y digna, restablecer el principio de autoridad y volver por los fueros de la
Justicia que anularon totalmente los hombres que formaron el Gobierno de ese
Frente Popular (…) Me persono en funciones de Comandante Militar para hacer
cargo de su Presidencia al Sr. Comandante de Intendencia don Ricardo Isasi”. El
discurso acaba con sendos vivas a España y a la República, aunque esta última
palabra acabaría siendo tachada. El alcalde impuesto, Ricardo de Isasi, también
dirige una alocución a los asistentes: “(…) Siempre dentro de la Ley, actuaré en
todo momento inspirado en favor de los intereses de San Fernando (…)”, a la vez
que declara su respeto “(…) a todas las autoridades”, pese a que pronto sería
cómplice en el asesinato del alcalde, Cayetano Roldán Moreno, y de buena parte
de los concejales democráticamente elegidos.
Exterminio perfectamente
planificado
Como explica Alicia Domínguez,
los sediciosos comenzaron una sistemática destrucción de todo lo que oliera a
República, incluyendo el exterminio, el expolio y la depuración. En San
Fernando, los primeros en ser aprehendidos y asesinados fueron los líderes de
sindicatos (CNT y UGT) y partidos de izquierda (Izquierda Republicana, PSOE y
PCE), así como un buen número de militares que se mantuvieron leales a la
República y supuestos masones. También fue pasado por armas el pastor
protestante Miguel Blanco Ferrer. Nada se dejó a la improvisación en la
actividad represora. Tal como refiere José Casado Montado en ‘Trigo Tronzado.
Crónicas Silenciadas’, y siguiendo las directrices del ‘cerebro’ del golpe,
general Emilio Mola Vidal, en San Fernando también se practicaron homicidios
selectivos y alevosos, toda vez que los facciosos, auxiliados para ello por
falangistas, tenían perfectamente previsto y planificado a quiénes había que
matar. Prueba del afán de exterminio que los movía lo constituye el castigo
inflingido a las familias Barbacil y Roldán, a las que asesinaron todos sus
miembros varones (padre y dos hijos, en el primer caso, y padre y tres hijos en
el segundo).
José Casado expone que los
primeros asesinatos en San Fernando tuvieron lugar el 21 de julio de 1936, y en
su libro llega a contabilizar hasta veintiséis fusilamientos, estando datados
los últimos en 1941. Todo apunta a que los hoy por hoy documentados sean
solamente la punta del iceberg. En ‘Trigo Tronzado’ pueden leerse nombres y
apellidos de 129 individuos, pero de muchos no quedó rastro alguno.
Lugares para la Memoria

La mayoría de estas personas
pasaron antes de ser asesinadas por un encarcelamiento en condiciones
infrahumanas, hacinados y hambrientos bien en los calabozos del Ayuntamiento,
bien en los penales de La Casería o de Cuatro Torres (en el Arsenal de la
Carraca), aunque algunos fueron recluidos en la cárcel de El Puerto de Santa
María.
Los lugares de ejecución más comunes: la tapia del cementerio, el
caño ‘La Jarcia’ (en las inmediaciones del penal de Cuatro Torres), Barrio
Jarana (concretamente en el paraje de Pino Gordo) y Las Canteras (Puerto Real).
En el caso de las inhumaciones realizadas en San Fernando, los cuerpos fueron
enterrados en fosas comunes; la única localizada hasta el momento se encuentra
en el cementerio, siendo probable que el resto se encuentren diseminadas por el
término municipal, sobre todo en terrenos militares, y más específicamente
dentro del Arsenal de La Carraca. Hoy por hoy se ignora el número de cuerpos que
alberga la gran fosa común del cementerio isleño, pero testimonios orales hablan
de varios centenares.
PARA SABER MÁS:
-
Actas Capitulares. Archivo Histórico
Municipal de San Fernando (Cádiz)
-
Domínguez Pérez, Alicia: El verano que trajo un largo invierno. La represión
político-social durante el primer franquismo (1936-1945). Con lista de
represaliados e investigados. 2 Volúmenes. Cádiz, Quorum Editores, 2004
-
Casado Montado, José: Trigo tronzado. Crónicas
silenciadas.Cádiz, Jiménez Mena Artes Gráficas, 1992 (Disponible en la
Biblioteca Pública Municipal de San Fernando y en la Biblioteca Pública
Provincial)
SOBRE LAS
FOTOS:
La foto de
la sustitución de la enseña republicana por la ‘nacional’ ha sido obtenida en
internet. Desconocemos la autoría, pero posiblemente pertenezca al archivo de la
familia Quijano. La foto de la fosa común es del autor. |
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