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 LAS CARTAS DE DON MANUEL

El éxodo

 MANUEL RUBIO

 

 

FOTO: MANUEL RUBIO

Si verdad es, que los pobres emigrantes africanos, son tratados a veces peor que el ganado, yo quiero hacer una semblanza, de lo que en teoría, puede o debería ocurrir.

 

“Antes de subir a la embarcación, los viajeros recibirán de su  patrón, estrictas órdenes y consejos a tomar, por los que deberán regirse todos, hasta su llegada a puerto Los navegantes, habrán de cumplir estrictamente las reglas dadas, una vez estén a bordo, para que el viaje tenga un feliz término. Y digo rigurosas medidas, porque cualquiera que no las cumpla, puede hacer peligrar la vida del resto de los pasajeros, por lo que es muy posible, que si alguien intenta quebrantarlas, probablemente, se le hiciera en ruta, un juicio veloz, sumarísimo que pudiera alcanzar la máxima pena: Ser arrojado al mar. Causa posible, por la que, más de uno, no haya llegado a puerto. Presumo que antes habrán hecho todos, juramento de guardar silencio, si es que algunos patrones no se lo exigen por escrito,  documento de incriminación o complicidad, en caso de  adversidad, o cualquier supuesto contratiempo con las autoridades del país al que se dirijan. Una forma de guardar sus espaldas éstos “capitanes intrépidos”.

 

La ruta habrá sido fijada con antelación, de acuerdo con el lugar de desembarco y duración del viaje. Pero en estos últimos días, según fuentes no oficiosas, la fabricación de cayucos, continúa llevándose a cabo, a la vez que la “Compañía Marítima” elabora un nuevo plan para establecer sucesivas singladuras,  mejor dicho sea, otros nuevos  rumbos a tomar hacia playas de la península, (Motril, Murcia etc.) por entender, que los viajeros no se les apetecieran visitar un puerto como el de los Cristianos, por estar sus hospedajes, ya saturados de “emigrantes”. Por lo que no sé,  si subido habrán el pasaje y a estas alturas también fijado hayan, las nuevas rutas y tarifas; para ello, tendría que ver los folletos que tienen dichas compañías o bien a través de Google… Como ya decía Manolín, en un escrito dirigido al Director de este periódico, todo los asientos irán completos y sin otro equipaje los pasajeros, que el de una bolsa de plástico con lo más indispensable.

 

Gasoil y agua, como algunas viandas, irán a popa, en sitio  bien  protegido con sus tapas herméticamente cerradas, para evitar robos, o bien se viertan estos líquidos valiosos,  esenciales para seguir a flote.

 

Si el tiempo lo aconseja, se les dará salida por la noche preferiblemente, para no ser  detestados  por las patrullas de vigilancia costera, en  el mayor de los silencios, solo se oirá el ruido de las hélices del fuera borda que impulsa la embarcación. En los de “lujo”, una lona cubrirá a los pasajeros, para evitar la humedad y  salpicaduras de las olas. Los servicios (WC), deberán utilizarse por turnos, de uno por uno o de una por una, con el peligro correspondiente, de que si alguno perdiera el equilibrio, pudiera irse a tomar viento fresco. Porque de caer alguno al agua, es muy probable que la barca no se detenga, por eso de la seguridad y el tiempo. Y yo añadiría también,  por aliviar el exceso de carga, quedando así el cayuco más agilizado o aligerado.

 

Y si por el contrario el mal tiempo se levantase, solo quedaría  pedir a Alá que los libre de perecer en este intento, mientras todos, cooperarían al mismo tiempo, con sus cazos,  para achicar el agua que se introdujera en el interior. Norma ya convenida por la compañía antes de partir.

 

Mas, su buena fe, les llevará a puerto o playa, seguro.  Pero hay de aquel que no sepa nadar, a la hora de acercarse a la costa, porque de no llevar flotador, mal se las verá.

 

Una vez tocado hayan tierra, llegado ha, también el momento de que el patrón, sea el primero en despedirse de los pasajeros, entregando como victima propiciatoria la barcaza al Dios Neptuno. Pero es indudable que, la mayoría de estos aventureros, en justa compensación  por su valentía, hayan sido ayudados con el tridente de este dios, para que pisen tierra.

 

El buen musulmán, al igual que  aquellos descubridores de las Indias, una vez pisado haya tierra, se postrará de rodillas en el  suelo y doblará sus espaldas varias veces para agradecer a su Dios, les haya protegido de los peligros del  mar. Lo malo es, de la aparición en este caso, de algunos nativos,  por aquellas playas, ¡la de unos señores con tricornios y no de indios!, que les harán interrumpir sus rezos y  correr en desbandada en todas direcciones, hacia lugares “más seguros”.

Yo, desde aquí, sarcasmos aparte, les deseo a todos ellos, buena suerte y un buen puesto de trabajo, que les asegure su sustento, tanto aquí en  Europa como en su país de origen. .  

 

Como nota complementaria a la “Insinuación” que nos hace Manolín en sus cartas al Director, me gustaría recomendarle, que de llevarse a efecto ese proyecto de ciudad flotante, para que no perdiesen el tiempo, los residentes, mientras tanto, podrían aprender  un oficio, para después, de dejar la plataforma, ejercerlo haya donde fueren. Pagado por la Comunidad Europea.


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