Si verdad es, que los pobres emigrantes
africanos, son tratados a veces peor que el ganado, yo quiero hacer una
semblanza, de lo que en teoría, puede o debería ocurrir.
“Antes de subir a la embarcación, los viajeros
recibirán de su patrón, estrictas órdenes y consejos a tomar, por los que
deberán regirse todos, hasta su llegada a puerto Los navegantes, habrán de
cumplir estrictamente las reglas dadas, una vez estén a bordo, para que el viaje
tenga un feliz término. Y digo rigurosas medidas, porque cualquiera que no las
cumpla, puede hacer peligrar la vida del resto de los pasajeros, por lo que es
muy posible, que si alguien intenta quebrantarlas, probablemente, se le hiciera
en ruta, un juicio veloz, sumarísimo que pudiera alcanzar la máxima pena: Ser
arrojado al mar. Causa posible, por la que, más de uno, no haya llegado a
puerto. Presumo que antes habrán hecho todos, juramento de guardar silencio, si
es que algunos patrones no se lo exigen por escrito, documento de incriminación
o complicidad, en caso de adversidad, o cualquier supuesto contratiempo con las
autoridades del país al que se dirijan. Una forma de guardar sus espaldas éstos
“capitanes intrépidos”.
La ruta habrá sido fijada con antelación, de
acuerdo con el lugar de desembarco y duración del viaje. Pero en estos últimos
días, según fuentes no oficiosas, la fabricación de cayucos, continúa llevándose
a cabo, a la vez que la “Compañía Marítima” elabora un nuevo plan para
establecer sucesivas singladuras, mejor dicho sea, otros nuevos rumbos a tomar
hacia playas de la península, (Motril, Murcia etc.) por entender, que los
viajeros no se les apetecieran visitar un puerto como el de los Cristianos, por
estar sus hospedajes, ya saturados de “emigrantes”. Por lo que no sé, si subido
habrán el pasaje y a estas alturas también fijado hayan, las nuevas rutas y
tarifas; para ello, tendría que ver los folletos que tienen dichas compañías o
bien a través de Google… Como ya decía Manolín, en un escrito dirigido al
Director de este periódico, todo los asientos irán completos y sin otro equipaje
los pasajeros, que el de una bolsa de plástico con lo más indispensable.
Gasoil y agua, como algunas viandas, irán a popa,
en sitio bien protegido con sus tapas herméticamente cerradas, para evitar
robos, o bien se viertan estos líquidos valiosos, esenciales para seguir a
flote.
Si el tiempo lo aconseja, se les dará salida por
la noche preferiblemente, para no ser detestados por las patrullas de
vigilancia costera, en el mayor de los silencios, solo se oirá el ruido de las
hélices del fuera borda que impulsa la embarcación. En los de “lujo”, una lona
cubrirá a los pasajeros, para evitar la humedad y salpicaduras de las olas. Los
servicios (WC), deberán utilizarse por turnos, de uno por uno o de una por una,
con el peligro correspondiente, de que si alguno perdiera el equilibrio, pudiera
irse a tomar viento fresco. Porque de caer alguno al agua, es muy probable que
la barca no se detenga, por eso de la seguridad y el tiempo. Y yo añadiría
también, por aliviar el exceso de carga, quedando así el cayuco más agilizado o
aligerado.
Y si por el contrario el mal tiempo se levantase,
solo quedaría pedir a Alá que los libre de perecer en este intento, mientras
todos, cooperarían al mismo tiempo, con sus cazos, para achicar el agua que se
introdujera en el interior. Norma ya convenida por la compañía antes de partir.
Mas, su buena fe, les llevará a puerto o playa,
seguro. Pero hay de aquel que no sepa nadar, a la hora de acercarse a la
costa, porque de no llevar flotador, mal se las verá.
Una vez tocado hayan tierra, llegado ha, también
el momento de que el patrón, sea el primero en despedirse de los pasajeros,
entregando como victima propiciatoria la barcaza al Dios Neptuno. Pero es
indudable que, la mayoría de estos aventureros, en justa compensación por su
valentía, hayan sido ayudados con el tridente de este dios, para que pisen
tierra.
El buen musulmán, al igual que aquellos
descubridores de las Indias, una vez pisado haya tierra, se postrará de rodillas
en el suelo y doblará sus espaldas varias veces para agradecer a su Dios, les
haya protegido de los peligros del mar. Lo malo es, de la aparición en este
caso, de algunos nativos, por aquellas playas, ¡la de unos señores con
tricornios y no de indios!, que les harán interrumpir sus rezos y correr en
desbandada en todas direcciones, hacia lugares “más seguros”.
Yo, desde aquí, sarcasmos aparte, les deseo
a todos ellos, buena suerte y un buen puesto de trabajo, que les asegure su
sustento, tanto aquí en Europa como en su país de origen. .
Como nota complementaria a la “Insinuación” que nos hace Manolín
en sus cartas al Director, me gustaría recomendarle, que de llevarse a efecto
ese proyecto de ciudad flotante, para que no perdiesen el tiempo, los
residentes, mientras tanto, podrían aprender un oficio, para después, de dejar
la plataforma,
ejercerlo haya donde fueren. Pagado
por
la Comunidad Europea.
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