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 LAS CARTAS DE DON MANUEL

Bruno

 MANUEL RUBIO

 

 

FOTO: MANUEL RUBIO

La historia de este hombre es tan emocionante como sencilla, y contarla quiero, sin intención de levantar viejas heridas o recuerdos de nuestra guerra civil. Porque a los muertos hay que dejarlos tranquilos, los de un bando como los del otro, ya la afonía y el deseo de paz,  cubren sus tumbas para siempre, aunque aquél episodio los viejos no lo podremos olvidar. Pero, en el caso de este personaje,  una anécdota digna de contar, por su valor humano y sentimental que  he llevado gravado durante muchos años en mi memoria, desde el día que me la contaron y que  hoy, me ha surgido de repente, por lo que, aquí mismo  a descargarlo voy, si vuestra generosidad me lo permite, quedando con ello mi espíritu satisfecho y mas tranquilo. Porque en el pueblo de donde mi protagonista es/era oriundo, todavía, es casi seguro, hayan mayores que lo recuerden.

 

Recién terminada la guerra, por motivos que no vienen aquí narrar, me hallaba residiendo en, Huétor Santillán, pueblecito cercano a Granada, en las estribaciones de la Alpujarra. Y aunque por aquél entonces, yo era un chaval, con muchas ganas de jugar y pasarlo bien, siempre he sido un cazador de testimonios, de aquellos lugares por donde pasaba, oyendo  toda clase de historias o leyendas, que la gente contaba.

 

Bruno, que si mal no recuerdo, así se llamaba, éste, mi protagonista, era un pescadero ambulante, que diariamente recorría con  su bicicleta, ida y vuelta, a Granada, para traer al pueblo, tras una agotadora jornada, pedaleando, una  caja de pescado, que, él mismo,  vendía, en la villa.  Bruno, solía sostener  con su clientela largos ratos de charla, porque aparte de pregonar sonoramente su pescado, era apreciado por todos. Conmigo,  también  tuvo algunos párrafos. Añadiendo, que aparte de ese don de gentes, que le caracterizaba,  además, era padre de una hija bellísima, por la que me ví impulsado a, “visitar la casa de Bruno y esposa, en más de una ocasión”.

 

Un día, alguien, de la villa, me comentó,  la real vida de Bruno, y pude saber que además de ser un gran trabajador, era un buen padre de familia. Nada más que comenzar la guerra, tuvo la desgracia,  irrumpieran en su casa, algunos números de la guardia civil y no se, si también, algún otro falangista, para detenerlo.  Preguntaron por él, que por cierto, no estaba, y un hijo suyo, que en ese momento, allí se encontraba,  adivinando las intenciones que  este grupo traía,  ante ellos, irrumpió, diciendo, (y es verídico) no mentía:”Que el tal Bruno, que buscaban, era él. De inmediato  lo detuvieron y esposaron para poco después fusilarlo. Más tarde, conscientes del “error” cometido, optaron por dejar de perseguir  a Bruno padre y “olvidar” cuanto ocurrió y como sucedía en aquellos tiempos, callaron y no se dio ninguna clase de explicaciones. Bruno júnior como yo siempre le he llamado, de esta forma y una vez más,   se convertiría en un héroe e hijo ejemplar. Un inocente, victima propiciatoria de aquél holocausto, para salvar la... vida de su padre. Así se portan  siempre los verdaderos hijos, que hicieron patria.

 

Poco tiempo más, pude ver y visitar aquella casa,  después de que tal  información se me hubiera dado,  porque, me vi obligado a cambiar de ciudad.. Pero aún así, durante años he recordado a esa familia con cierto cariño, viendo en sus rostros aquella pena escondida dentro de sí, que yo nunca supe descubrir, porque obligados estaban a esconder, por temor a represalias. Pero Bruno siguió pregonando: “Pescado fresco, del día” y tan fuerte como antes lo hacía.

 

Tal supe después, nunca fue, comunista, ni anarquista, quizás,  a todo más, de ideas republicanas, sin él saberlo, porque ese hombre, a partir del asesinato de su hijo, se vería obligado a callar sus muchas ideas para siempre.

 

Han pasado muchos años, no creo que viva, pero a su familia si aún vive algún miembro de ellos, desde aquí, les mando mi mas hondo pesar. y orgullo de haber conocido una gente como ellos como también les  mando mi OPINION, sobre aquél acontecimiento: La España de hoy no la hicieron los que ganaron, sino todos aquellos que supieron, como ellos,  mantener dentro de sí,  sus más nobles ideales. 


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