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 LAS CARTAS DE DON MANUEL

Guerra sin cuartel

 MANUEL RUBIO

 

FOTO: MANUEL RUBIO

Lo estamos absorbiendo, desde que nacemos, la forma tan hostil que  emplea el hombre, para conseguir un fin. Lo vemos en el mundo de los animales, que para sobrevivir, éstos, han de aniquilarse entre si. En el mundo del hombre, desde que Caín mató a Abel, numerosos han sido los homicidios cometidos por éste. Un virus, o quizás un gen, pero lo llevemos dentro de nosotros, como forma de solucionar los problemas dialécticos, que tan a menudo surgen entre las personas. Y cuando alguien, se manifiesta por la paz y la hermandad entre los hombres, lo crucifican o le liquidan de alguna forma. Dicen que es el infierno, que lo llevamos dentro, para redimir nuestros yerros y deslices Y si no fijarse en todos esos políticos con caras desencajadas y amenazantes, que si se lo permitiesen se comerían al oponente. Y sigamos porque no, con aquellos y estos profesos celosos de sus dogmas, vestidos o no,  con sotana, en una mano la Biblia, el Corán o el Tora y en la otra, una espada de filo cortante “luchando por una causa”. O aquél otro, haciendo el bien con una mano y apuñalando a la misma vez, con la otra, por la espalda a su más intimo y querido ser. Y para qué continuar con tantos hombres de bien, que hacen el mal, por “Una causa justa”.   

 

En la vida real, se trata de una sorda lucha, que se libra entre los mortales, en cada instante. Dolorosa, porque se ven obligados a pugnar, para no ser superados  o reducidos, por su mismo prójimo. La competitividad.

 

Una guerra sin cuartel, por el dominio, la superioridad, el mando el poder en todos los terrenos. La competencia, que empuja al individuo, a luchar, al menos por su estabilidad y conservación de aquellas áreas o espacios, que antes hubo conquistado a base de su esfuerzo personal, y que  impide de tal modo, se la arrebaten porque sabe que al final será arrastrado e imbuido por la gran masa, lo que se dice, quedar reducidos. Lucha, que conseguirán ganar, aquellos que con más constancia y tesón, pongan en ello, y no se  hallen  atados a fuerzas superiores,  que se lo impidan.

 

Condición indispensable para todo ser viviente, en este preciso caso, es mantener la mente abierta y dispuesta a recibir y considerar, cuanto le sobrevenga desde cualquier lugar o espacio, como la de  saber de inmediato, que es aquello que más le interesa o no, como tener en cuenta y cuanto debe arriesgar o esfuerzo a emplear, en ello. Impugnar o rebatir cualquier envestida, pienso que es, una habilidad humana, propia de personas que han aprendido a controlar y mantener una situación embarazosa bajo su  propio criterio,  y le permita  optar por aquello, que más le convenga. Con cierto ardid y buen sentido común, para poder evaluar cualquier determinación que vaya a tomar al respecto.

 

Ascender o descender, es la controversia, de aquellas posiciones ya conquistadas. Porque descender es equivalente a transigir o consentir más que por indulgencia, por comodidad, hacer la vista gorda. Resumiendo, ceder de obra o palabra ante los demás, cuando su posición, al menos es, la de mantenerse. Ya el ceder, es sinónimo de flaqueza, debilidad que puede traducirse, en miedo o cobardía.

 

Perder lo ganado, siempre es mala actuación, (mal negocio) porque de alguna forma perjudica, aún en el caso de poseer, riquezas, autoridad, poder etc. aunque fuese todo ello en demasía, si lo que cedes, es para hacer un bien a otros que lo necesitan, aún así, también habrá de tenerse en cuenta, si está bien justificado y regulado. Aun sacando (tajada) beneficios de esa transición que se supone se habrá realizado de forma honrada.

 

Un quita y pon, que beneficia o que perjudica, en todos los ámbitos de las actividades de la personas, en el sentido de que le haga crecer que por el contrario disminuir (descender). Veámoslo en la practica, de aquellos profesores o educadores, que ceden por cansancio o desinterés ante los alumnos, porque, no les responden a sus llamadas de atención. Los resultados, ya los conocemos, no hay necesidad de explicarlos. Pierden el control, se les montan encima con perdida de autoridad.

 

El jefe, el encargado que permite a otro de menor categoría que invada su responsabilidad o competencias, y por sus malas artes, este segundo, lo consigue y como consecuencia de ello, le hace bajar de posición o categoría, a quien antes, era su propio jefe o regente.

 

Y por citar un caso más, en la de toda clase de ponencias, reuniones, proposiciones y aclaraciones en mesas redondas, donde cada individuo, lleva sus propuestas o puntos de vista, para que sean considerados, admitidos, que de conseguirlos o no, será la referencia, que dará a conocer su valía, e influencia. Aquellos que en sus declaraciones no le asistan la razón, la verdad o vaya contra los intereses generales, serán absorbidos por el resto de la asamblea y como consecuencia inmediata, puede llevar consigo, por su escaso poder de persuasión, la perdida de valía, credibilidad,  clase, autoridad o poder del mismo.

 

De aquí, que no, por el hecho de haber conseguido una posición, ésta deba ser perpetua, aunque, obligado le esté defenderla, con sabiduría y esfuerzo. Pero por ley natural, por equilibrio, siempre aquellos que mejor hayan actuado, serán,  los que lo logren.

 

Repeler una agresión, es tarea ardua y estará en función, del esfuerzo empleado, por ambos contendientes y de las armas que cada cual emplee, (conocimientos, inteligencia, sagacidad, intuición, etc.). La competitividad, premia en este juego, al de mayor valía y le da el derecho a ocupar mejores puestos.  De ahí que, el hombre “siempre” leal a sus principios, fuerte en sabiduría, conocimientos, personalidad y rectitud, y sobre todo actitud para el puesto que ocupe, será el más meritorio.

 

Los mejores cargos en la sociedad, deberían estar reservados para aquellos que se lo merecen. Salvo en aquellas circunstancias, en el que el individuo,  aún valiendo, se aprovecha de la influencia y otras malas artes, para conseguirlo. DIARIO Bahía de Cádiz


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