Lo estamos absorbiendo,
desde que nacemos, la forma tan hostil que emplea el hombre, para conseguir un
fin. Lo vemos en el mundo de los animales, que para sobrevivir, éstos, han de
aniquilarse entre si. En el mundo del hombre, desde que Caín mató a Abel,
numerosos han sido los homicidios cometidos por éste. Un virus, o quizás un
gen, pero lo llevemos dentro de nosotros, como forma de solucionar los
problemas dialécticos, que tan a menudo surgen entre las personas. Y cuando
alguien, se manifiesta por la paz y la hermandad entre los hombres, lo
crucifican o le liquidan de alguna forma. Dicen que es el infierno, que lo
llevamos dentro, para redimir nuestros yerros y deslices Y si no fijarse en
todos esos políticos con caras desencajadas y amenazantes, que si se lo
permitiesen se comerían al oponente. Y sigamos porque no, con aquellos y estos
profesos celosos de sus dogmas, vestidos o no, con sotana, en una mano la
Biblia, el Corán o el Tora y en la otra, una espada de filo cortante “luchando
por una causa”. O aquél otro, haciendo el bien con una mano y apuñalando a la
misma vez, con la otra, por la espalda a su más intimo y querido ser. Y para qué
continuar con tantos hombres de bien, que hacen el mal, por “Una causa
justa”.
En la vida real, se trata de
una sorda lucha, que se libra entre los mortales, en cada instante. Dolorosa,
porque se ven obligados a pugnar, para no ser superados o reducidos, por su
mismo prójimo. La competitividad.
Una guerra sin cuartel, por el
dominio, la superioridad, el mando el poder en todos los terrenos. La
competencia, que empuja al individuo, a luchar, al menos por su estabilidad y
conservación de aquellas áreas o espacios, que antes hubo conquistado a base de
su esfuerzo personal, y que impide de tal modo, se la arrebaten porque sabe que
al final será arrastrado e imbuido por la gran masa, lo que se dice, quedar
reducidos. Lucha, que conseguirán ganar, aquellos que con más constancia y
tesón, pongan en ello, y no se hallen atados a fuerzas superiores, que se lo
impidan.
Condición indispensable para
todo ser viviente, en este preciso caso, es mantener la mente abierta y
dispuesta a recibir y considerar, cuanto le sobrevenga desde cualquier lugar o
espacio, como la de saber de inmediato, que es aquello que más le interesa o
no, como tener en cuenta y cuanto debe arriesgar o esfuerzo a emplear, en ello.
Impugnar o rebatir cualquier envestida, pienso que es, una habilidad humana,
propia de personas que han aprendido a controlar y mantener una situación
embarazosa bajo su propio criterio, y le permita optar por aquello, que más
le convenga. Con cierto ardid y buen sentido común, para poder evaluar cualquier
determinación que vaya a tomar al respecto.
Ascender o descender, es la
controversia, de aquellas posiciones ya conquistadas. Porque descender es
equivalente a transigir o consentir más que por indulgencia, por comodidad,
hacer la vista gorda. Resumiendo, ceder de obra o palabra ante los demás, cuando
su posición, al menos es, la de mantenerse. Ya el ceder, es sinónimo de
flaqueza, debilidad que puede traducirse, en miedo o cobardía.
Perder lo ganado, siempre es
mala actuación, (mal negocio) porque de alguna forma perjudica, aún en el
caso de poseer, riquezas, autoridad, poder etc. aunque fuese todo ello en
demasía, si lo que cedes, es para hacer un bien a otros que lo necesitan, aún
así, también habrá de tenerse en cuenta, si está bien justificado y regulado.
Aun sacando (tajada) beneficios de esa transición que se supone se habrá
realizado de forma honrada.
Un quita y pon, que beneficia
o que perjudica, en todos los ámbitos de las actividades de la personas, en el
sentido de que le haga crecer que por el contrario disminuir (descender).
Veámoslo en la practica, de aquellos profesores o educadores, que ceden por
cansancio o desinterés ante los alumnos, porque, no les responden a sus llamadas
de atención. Los resultados, ya los conocemos, no hay necesidad de explicarlos.
Pierden el control, se les montan encima con perdida de autoridad.
El jefe, el encargado que
permite a otro de menor categoría que invada su responsabilidad o competencias,
y por sus malas artes, este segundo, lo consigue y como consecuencia de ello, le
hace bajar de posición o categoría, a quien antes, era su propio jefe o regente.
Y por citar un caso más, en la
de toda clase de ponencias, reuniones, proposiciones y aclaraciones en mesas
redondas, donde cada individuo, lleva sus propuestas o puntos de vista, para que
sean considerados, admitidos, que de conseguirlos o no, será la referencia, que
dará a conocer su valía, e influencia. Aquellos que en sus declaraciones no le
asistan la razón, la verdad o vaya contra los intereses generales, serán
absorbidos por el resto de la asamblea y como consecuencia inmediata, puede
llevar consigo, por su escaso poder de persuasión, la perdida de valía,
credibilidad, clase, autoridad o poder del mismo.
De aquí, que no, por el hecho
de haber conseguido una posición, ésta deba ser perpetua, aunque, obligado le
esté defenderla, con sabiduría y esfuerzo. Pero por ley natural, por equilibrio,
siempre aquellos que mejor hayan actuado, serán, los que lo logren.
Repeler una agresión, es tarea
ardua y estará en función, del esfuerzo empleado, por ambos contendientes y de
las armas que cada cual emplee, (conocimientos, inteligencia, sagacidad,
intuición, etc.). La competitividad, premia en este juego, al de mayor valía y
le da el derecho a ocupar mejores puestos. De ahí que, el hombre “siempre” leal
a sus principios, fuerte en sabiduría, conocimientos, personalidad y rectitud, y
sobre todo actitud para el puesto que ocupe, será el más meritorio.
Los mejores cargos en la sociedad, deberían estar
reservados para aquellos que se lo merecen. Salvo en aquellas circunstancias, en
el que el individuo, aún valiendo, se aprovecha de la influencia y otras malas
artes, para conseguirlo. DIARIO Bahía de Cádiz
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