El magnífico y precioso salón de actos del
I.E.S. “El Convento”, ubicado en el antiguo convento de
monjas clarisas
franciscanas de Bornos, fue
el escenario del concierto, no menos merecedor de elogios, que
en la mañana del sábado 1 de noviembre ofrecieron la Sinfonietta de Moscú y
su líder artístico, el gaditano José Luis Nieto.
En la primera parte se
interpretó el Concierto para piano y orquesta nº 1 de Chopin. José
Luis Nieto mostró la versión más paradigmáticamente romántica de esta obra
primeriza del genial pianista y compositor polaco. Fue una interpretación
del pianista gaditano de gran belleza plástica y musical: impetuosa,
enérgica, espontánea, pasional, un punto apresurada, casi efervescente.
El protagonismo absoluto del
piano en la composición y la excesiva preocupación por
la técnica, una auténtica obsesión en los intérpretes formados en la escuela
rusa, atenuó el disfrute del juego con las cuerdas y del contrapunto
con voces y texturas que permitía la versión ofrecida de pequeña orquesta.
Especialmente, en el segundo movimiento, si el piano hubiese intercambiado
roles con el viola del conjunto; interpretación meritoria la suya, mucho más
entonado que el resto de sus compañeros, con una riqueza tímbrica del
instrumento inusual. En palabras del propio Chopin, este movimiento debía "producir
la misma impresión que si la mirada se posara sobre un paisaje que amamos,
que despierta en nosotros bellos recuerdos”. Paisaje bello que se
ofreció en este concierto, sin duda; sentimental y profundo, también; pero
monolítico, con menos color del que se hubiera podido conseguir.
El último movimiento de la obra,
que exige gran virtuosismo por parte del intérprete, permitió disfrutar,
aún más si cabe, del dominio técnico de José Luis Nieto y su entrega total
al piano. Cualidades que el público supo valorar y premiar con efusivos
aplausos al final de su interpretación.
La segunda parte del programa se
dedicó por entero a nuestros afamados compositores Albéniz, Turina y Falla.
De la Suite española de Albéniz se interpretaron Asturias, Cádiz,
Córdoba y Sevilla. El conjunto sonó empastado, técnicamente impecables
todos los intérpretes, y musicalmente correctos. No obstante, faltó ese
inexplicable sentido español de la obra de Albéniz, llena de resonancias
andaluzas. Más que al mundo de la fantasía española, la interpretación de la
Sinfonietta de Moscú, de bella factura, nos transportó al mundo atractivo,
sensual y vital de la música rusa, del Scherezade de Rimski-Korsakov
por ejemplo.
Los momentos musicales más
conseguidos, más brillantes, donde se compactaron con homogeneidad y sin
fisuras la técnica instrumental, la sensibilidad y el sentimiento de la
tradición rusa junto al espíritu y religiosidad andaluces, vinieron de la
mano de Turina y su Oración del Torero. Escrita para cuarteto de
laúdes en 1925 y, posteriormente, ampliada para cuarteto de cuerda y
orquesta de cuerda, Turina quiso en esta obra, según sus palabras, “traducir
en música toda la impresión que en mí producía la voz múltiple de la fiesta,
pero también me atraían los aspectos profundos y sugestivos de la emoción
religiosa popular y sobre todo andaluza”.
Especialmente relevante en esta misión de impresionar y sugerir al público
oyente fue la interpretación del violonchelo,
insuperable técnicamente, quien ofreció su versión sonora más densa y
emotiva, en contraste con el sonido áspero y agreste ofrecido en la primera
parte del concierto.
La Danza Española
de Falla, en versión para violín, cuerdas y castañuelas, tocadas por el
pianista José Luis Nieto, permitió admirar la perfección técnica de la
violinista concertino y proponer el final adecuado para conseguir la
admiración y los fervorosos aplausos del numeroso público. Una humorística
propina con Tocamos Rossini del compositor ruso Shchedrin cerró el
concierto. DIARIO Bahía de Cádiz Paco Mesa