La Orquesta Barroca de Sevilla
dio, una vez más en esta plaza, muestras de de sus notables cualidades que
le perfilan como un conjunto del altísimo nivel. Demuestran talento en la
preparación de los programas, como el de la noche del domingo, atento a la
renovación del repertorio barroco, bien estructurado en sus partes,
organizado de forma amena y variada. Su modo de entender la música barroca
se deja sentir en su estilo de interpretación, alegre, un cierto tinte de
desenfado dentro del buen gusto, plena de acierto técnico. Su
talante abierto a las enseñanzas de los mejores directores del momento de
música barroca que han dirigido a la orquesta, entre ellos, Jordi Savall,
Monica Huggett, Christophe Rousset, Rinaldo Alessandrini y un largo
etcétera, es consecuencia de su espíritu de innovación y superación
que les sitúa a la cabeza de los grupos barrocos del momento.
En este
concierto, la Orquesta Barroca de Sevilla no tuvo el poder de convocatoria
de otras ocasiones, media entrada en la sala del Teatro Falla –el domingo
día 23- no es reflejo fiel de la admiración e interés que suscita el
conjunto. La asistencia ha descendido notablemente este año en muchos
conciertos programados en el VI Festival de Música Española, casi con
seguridad por motivos ajenos a los estrictamente musicales. No fueron
excepcionalmente brillantes tampoco las interpretaciones de “la mirada al
siglo XVIII” pero dejaron la “marca de la casa”: entusiasmo, impecable
ejecución, sonido equilibrado, empastado, vibrante y homogéneo.
La acción divulgadora del
patrimonio musical español, la difusión de obras de algunos autores de la
época, forzó la programación de algunas obras que en un repertorio destinado
al lucimiento hubieran sido preteridas. Aunque nacido
en España, Terradellas se formó musicalmente en Italia. Una de sus primeras
obras fue el oratorio Giuseppe Riconosciuto del que se ofreció su
intrascendente overtura. Se Interpretaron dos sinfonías del compositor y
organista de la catedral de Barcelona, Carles Baguer; agradables y
encantadoras obras, de claras y sencillas líneas melódicas, no muy exigentes
para los músicos, que parecieron desconcentrarse ligeramente en la primera
sinfonía interpretada. Del más conocido compositor Boccherini, aunque nacido
en Italia, prestó sus servicios en la corte española, se hizo una cuidada
versión de la obertura de La Clementina.
Las intervenciones de la
elegante soprano Olga Pitarch
originaron los mejores momentos del concierto. Si bien ofreció un registro
de voz desigual en la tesitura, en el motete
“Plaudite populi” conjugó delicadeza e intensidad en una gran
actuación. La voz de la soprano se produjo más cálida y relajada, en el aria
da capo “Se
non ti moro allato”
que cautivó al público con su
voz emocionada.
DIARIO Bahía de Cádiz Paco Mesa