Comenzó la sesión con una
curiosa y encendida presentación teatralizada de los componentes del
sexteto, recreando el ambiente romano del lugar, dioses incluidos.
Entretenida, pero perfectamente prescindible. Con Julián Sánchez a la
trompeta y comandando el grupo, el sexteto formado con Enrique Oliver (saxo
tenor), Javier Galiana (piano), Ramón Prats (batería), Carlos Cortés
(percusión) y José López (bajo) desplegaron un programa musical entretenido
e interesante, pero con muchos flecos a corregir.
Los desajustes entre los
componentes y el desequilibrio sonoro de la banda, extensivo a todo el
concierto, perjudicaron notablemente el resultado de la primera obra. Al
grupo se le notó envarado en general, demasiado pendiente de la partitura y
entre ellos. Mejoraron sensiblemente a partir de la segunda obra, ayudados
por el incremento del clímax ambiental de la parte media del concierto. Por
otro lado, una de las contribuciones más llamativas y con resonancia más
flamencas, las palmas integradas como elemento de jazz, ni resultaron
creíbles cuando aparecieron en las distintas piezas, ni permitieron apreciar
el sonido del piano en la primera obra en concreto. La incorporación de
auténticos palmeros haría perder frescura a la interpretación y añadiría un
plus de dificultad de coordinación, pero probablemente ganaría la
interpretación en autenticidad sonora y eficacia.
Los mejores momentos vinieron de
la mano de los dúos: trompeta-saxo, saxo-piano, trompeta-piano. Julián
Sánchez puso corazón y empuje, Enrique Oliver, imaginación y dulzura; y
Javier Galiana, creatividad y exhuberancia al piano.
Julián Sánchez, trompeta y
fliscorno, tiene ya una larga experiencia en el ambiente jazzistico catalán.
Su música se basa más en la exploración del color y la emoción. Su sonido es
rasgado, polirrítmico, tensional y emocionante, pero opera en una tesitura
cómoda, sin afrontar los retos y las riquezas texturales de los extremos.
Enrique Olivier aporta equilibrio al conjunto con un manejo del saxo
elegante y elocuente, poco dado a la experimentación., siempre presente en
los momentos memorables del concierto. Javier Galiana llevó el peso del
programa en su faceta creativa y evidenció su talento jazzistico mejor como
acompañante al piano, que como solista, preso de un desabrido toque rítmico
en muchas ocasiones. También Carlos Cortés tuvo sus momentos de gloria con
la percusión, pero sus ideas no dieron para mucho. Quizás con una mejor
definición de la propuesta del sexteto tendrían más sentido sus
aportaciones.
La oferta musical del grupo fue
principalmente de jazz flamenco, formada con las creaciones de Javier
Galiana, Shaben Saben, Erizada y Bulerías, basadas en ideas musicales
más cercanas al mundo del baile, y del propio Julián Sánchez con su Corazón
al Sur y Coral; ésta última, muy técnica en su factura y que resultó
una mezcla desgarradora de blues y soleá que no fue apreciada por el
público. La obra que más gustó fue Erizada, sobre ritmos de baile
flamenco y algunas resonancias de samba. Excepto en su parte central, menos
lucida y lúcida, la obra resultó una llamativa creación de J. Galiana, en
especial la transición hacia el tema final de la pieza.
DIARIO Bahía de Cádiz