Bueno,
hoy no escribo de música ni de teatro en sentido estricto, sino que pretendo
hacerlo con la excusa de haber visto una película. Hablaré de cine, aunque eso
sí, cine visto en una sala de la provincia de Cádiz. Una de las salas de más
reciente inauguración, para ser más exacto.
Me gustan las películas de 007 (y los tebeos de
Asterix). Me imagino que le pasará a mucha gente.
Sin embargo la última película de James Bond,
Casino Royale, me ha dejado un tanto descolocado. Y no me refiero solo al
cambio de "look" del James, que es evidente: Un chico de gimnasio, que sale
insinuante del mar (quitándole el puesto a Ursula Andress), frente a sus
predecesores en el cargo, que exhibían una masculinidad diferente, digamos que
un poco más sofisticada...
Un Bond que sube grúas y escala paredes como si
hubiera salido del gimnasio donde entrenan los actores de "Matrix"...
Pero no me refiero a eso, sino que lo que me ha
llamado la atención en la última película, Casino Royale, es la
"humanización" de Bond. ¡Parece de verdad, de carne y hueso! Me refiero a que se
presenta vulnerable, se enamora, duda y dice tonterías.
Lo siento, pero creo que no es lo suyo. Bond,
James Bond es un tipo de mentira. Irreal como la vida misma que lleva, las
películas que encarna, los enemigos a los que vence siempre, y los superinventos
de fantasía total de que hace gala.
James Bond, el 007 que conozco de toda la vida,
tiene la virtud de hacer que me evada en el cine cuando veo una de sus
películas. En cierta medida me ocurre como a muchas maris a las que les evade el
tomate televisivo después del almuerzo.
Sin embargo el 007 que he visto en Casino
Royale, me ha hecho pensar (poco, pero he tenido que hacerlo). ¡Inaudito! No
lo tenía previsto. No estaba en mis planes y por ello ando desconcertado,
escribiendo este artículo.
Y pienso que el antiguo Bond presumía de... Bueno
pues ¡De lo que no había o no existía! A saber: Unos coches que volaban,
navegaban, lanzaban al copiloto a la vez que disparaban misiles, todo controlado
por un reloj al que le salía un supercable hiperresistente con el que se colgaba
del sitio más insólito. Una pluma estilográfica que firmaba la defunción de
cualquier sicario del KGB, etc... Pero bueno ante tamaña fantasmada de
aparatajes e inventos, uno no se preocupaba lo más mínimo, sino que se dejaba
llevar por la irrealidad de la película y de su personaje y en eso consistía la
evasión del espectador aficionado a las películas de 007.
Pero ahora ¿Qué ha pasado para que apenas haya
inventos superfantasiosos en la nueva película? ¿Dónde está ahora el “dime de
qué presumes y te diré de que careces”? ¿Está en la musculatura del James? ¿O
está en su parecido a un ser humano?
No sé. Miedo me da seguir pensando. Quién me lo
iba a decir... ¡Después de haber visto una de James Bond, otrora 007. Hoy día
quizás 0,07... |