Sala: Teatro Villamarta. Jerez
El Barbero de Sevilla.
Gioacchino Rossini.
Libreto de Cesare Sterbini.
Reparto: Balzani, Montiel, Jordi, Fresán, López
Garrido.
Orquesta Arsian. Director: Gianluca Martinenghi
Coro del Teatro Villamarta.
Producción: Fundación Camarín del Carmen y
Opera de Colombia (Bogotá).
El joven tenor jerezano Ismael Jordi pudo
demostrar sus buenas maneras en el Villamarta, con una ópera ligera, que le dio
la ocasión también de poner de manifiesto sus avances en interpretación,
representando el papel del conde de Almaviva en “El Barbero de Sevilla”.
Disfrazado primero de falso oficial del ejército y luego de seminarista de
“pega”, le da comicidad al personaje en una buena interpretación, mientras
simula tocar el clave en el segundo acto. Un largo camino le queda aún por
recorrer a Jordi, habida cuenta su juventud, para lograr
mantenerse
entre los primeros espadas mundiales. Un largo camino de desarrollo de su propia
personalidad, consolidador de su marca singular, en adición de la técnica que de
manera espectacular ha ido adquiriendo en poco tiempo. A Jordi tuve la suerte de
verlo por primera vez a finales del 2001, en el Teatro Real de Madrid, en “Cosí
fan tutte”, dirigido por López Cobos.
El Barbero de Sevilla tiene serios inconvenientes
a la hora de ser representada. Y ello, porque es una ópera que tiene la
presunción de “bufa”. Es decir, el público tiene que pasarlo bien y reírse con
ella. Esta ansiada expectativa de “divertimento”, pienso que hoy día sería
necesario explicarla de otra manera, ya que es evidente que el dinamismo que la
obra tuvo en su día por los recursos coyunturales del momento, ya no lo son
tanto. Avatares políticos, personajillos famosos, etc. pierden hoy el efecto de
chispa de humor. Me parece más correcto asumir la obra como opera paralela a las
producciones de Mozart, y liberarla de esa obligación de divertir al público
allende lo que es. El Barbero posee pasajes musicales bellísimos y de compleja
ejecución, que de por sí son suficiente justificación para su representación y
audición. Es aquí donde pienso se ha de hacer hincapié. Todo ello, junto con el
esfuerzo interpretativo y de coordinación de cantantes que requiere.
Junto a Jordi, en el papel de Fígaro, actuó
Doménico Balzani. El barítono italiano, domina a la perfección este papel
rossiniano, habiéndolo interpretado numerosas veces en variadas plazas. De hecho
venía de interpretarlo en Salerno, en el Teatro Verdi, a mediados del mes de
octubre. En la representación jerezana, que ha sido su estreno en España como
Fígaro, estuvo francamente bien, y llegó incluso a sorprendernos cuando,
guitarra en mano acompañó correctamente a Jordi (Conde Almaviva) en la canción
“Se il mio nome…” de la escena cuarta del primer acto.
Completaron la parte relevante de la
representación, la mezzo María José Montiel, madrileña con una probada
reputación dentro y fuera de España, en el papel de Rosina, e Iñaki Fresán,
barítono, en el de Bartolo. Ambos estuvieron bien.
Junto a ellos, el bajo Miguel López Galindo en el
papel de Don Basilio, la soprano Leticia Rodríguez como Berta, el tenor Juan
Guerrero como Fiorello, el barítono Juan Luis Lorenzo como Ambrogio y Pedro
Castro como el Notario. Además el coro del Villamarta, más cuatro figurantes.
La escenografía, imaginativa y ágil en sus
estructuras, como requiere la obra, pero sin necesidad de tener que utilizar
maquinaria, quizá pecara un poco de no ser muy representativa de Sevilla. En
realidad se podrían atribuir a cualquier pueblo español los elementos del
decorado elegidos para la ocasión.
Por último, la orquesta, que tiene que abordar
siempre una dura tarea a la hora de ejecutar la partitura de El Barbero, nos
dejó plenamente satisfechos, reafirmándonos en lo importante de la música de
esta ópera, por encima incluso de su carácter de “bufa”. Buen trabajo el de su
director, Gianluca Martinenghi. |