‘La Gran Final’, esperpéntica
representación teatral de Antonio Martínez Ares, Antonio Labajo y Teatro
Satarino, que fuera estrenada el pasado mes de noviembre en el Gran Teatro
Falla de Cádiz, sigue de gira por distintos teatros gaditanos. Ya ha pasado
por Puerto Real, Rota, y estos días se podía disfrutar en San Fernando. Y
próximamente en Chiclana.
Aprovechando el sábado día 7 de
febrero el descanso entre preliminares y cuartos de final del Concurso
Oficial de Agrupaciones Carnavalescas de Cádiz, y embotados de coplas -la
mayoría regulares y con poco nuevo que ofrecer-, como fatiguitas que somos,
nos colamos en el Real Teatro de las Cortes de La Isla, en la segunda
representación programada de la obra del último pregonero del Carnaval de la
capital.
Gran expectación y llenazo en el
histórico y constitucional coliseo isleño. El público durante algo más de
dos horas, gozó con un espectáculo entretenido, rió, y hasta llegó a sentir
esas cositas que sólo provocan los pasodobles de los artistas. Y Martínez
Ares, supuestamente retirado del mundillo, lo es, digan lo que digan –aunque
lo diga otro artista-, y se tire piedras y rocas contra su propio tejado.
Una obra teatral didáctica
sobrecargada de ironía que recrea y parodia una particular Gran Final del
Falla. Aunque cuando uno abandona el teatro se queda con la sensación de que
todo es un pretexto, abarrotado de pullas, para que Martínez Ares –autoretirado
de la fiesta- vuelva a escribir retazos de un comparsón; demostrando que
podría volver a concursar y a estar entre los punteros. Pero mejor no
intentarlo, por si las moscas... El segundo pasodoble de la supuesta
agrupación ‘Los volaores’ es de esos que ponen los vellitos de punta. Un
tema no muy original, pero abordado magistralmente. Digno de quien es el
culpable del boom -más en cantidad que en calidad, claro- de la comparsa contemporánea.
Un grotesto presentador –al
estilo cabaret, pero chungo-, sirve de hilo conductor de esta finalísima, en
la que no falta la caricatura del espectador más gadita, de la prensa –más
bien la radio-, los tramoyistas… Y va avanzando la noche con las actuaciones
del coro mafioso, de la chirigota espontánea y de la comparsa que va
diciendo verdades –y los comparsistas/artistas acatando lo que diga el
autor, aunque no estén de
acuerdo-. La entrega
espectacular del Antifaz de Oro o el fallo del Jurado a lo romancero tampoco
se escapan de este obra por momentos surrealista, que termina donde
realmente empieza el carnaval, en la calle. En la misma calle –y es
literal-. Que las ilegales también tienen su protagonismo.
Cerca de una veintena de
actores e intérpretes de agrupaciones participan, con arte y gracia, y cierta interactividad
con el público, ya que todo el teatro es escenario en la obra. Y a la hora
de entonar las coplas, voces de lujo. Entre otros, Ramoni… el mismo que este
año participa en la comparsa de Juan Carlos Aragón. La misma agrupación que
hace unos días criticaba a Martínez Ares por mofarse de todo aquello que lo
ha hecho ser quien es. Vaya paradoja. Y es que el carnaval y el concurso en
sí mismo es un gran absurdo. Como igualmente queda reflejado en esta amena
representación metacarnavalera, donde los popurrís están penados con
cárcel... Y es que este carnaval de Cádiz llega un momento en que se ama,
pero a la vez se odia. Nunca me cansaré de repetirlo.
DIARIO Bahía de Cádiz Dany Rodway