Guerra de
novelas, poemas, sonetos y tercetos en el aulario de La Bomba
Una auténtica
batalla se libró anoche en el aulario de la Bomba, con la peculiaridad de que la
confrontación fue literaria, y en la que un supuesto enemigo de malos poetas
arremete, a los pies del Parnaso, contra otro ejército, el de los buenos vates,
utilizando como armas un arsenal de novelas, rimas, breviarios y toda suerte de
recursos literarios. Al final vencen los buenos... los buenos poetas, claro |
Obra: Viaje del Parnaso
Sala: Aulario de la Bomba. Cádiz.
Compañía Nacional de Teatro Clásico
Autor: Miguel de Cervantes
Versión: Ignacio García May
Director: Eduardo Vasco
Difícilmente
se podrá encontrar un escenario más adecuado que el aulario de la Bomba para dar
vida a esta representación cervantina: Un antiguo cuartel, hoy sede
universitaria, es sin duda el mejor marco para la figura de un Cervantes
abrazado a una borgoñota*
y sentado sobre un atadillo de libros.
Una auténtica batalla se libró anoche en el
aulario de la Bomba, con la peculiaridad de que la confrontación fue literaria,
y en la que un supuesto enemigo de malos poetas arremete, a los pies del
Parnaso, contra otro ejército, el de los buenos vates, utilizando como armas un
arsenal de novelas, rimas, breviarios y toda suerte de recursos literarios. Al
final vencen los buenos... los buenos poetas, claro.
La Compañía Nacional de Teatro Clásico estrenó su
primera representación en 1986, homenajeando a Calderón con la puesta en escena
de una de sus obras: “El médico de su honra”. Desde ese momento no ha dejado de
representar obras de nuestra literatura clásica en el Teatro de la Comedia de
Madrid y recientemente, desde su cierre por reformas, en el Teatro Pavón,
también de la Capital. La Compañía, dirigida en los primeros momentos por
Marsillac (pasados unos años volvería a dirig irla
de nuevo), contó con la inapreciable colaboración de Carlos Cytrynowski como
director técnico y realizador de las escenografías y los trajes de las
representaciones. Desde mi punto de vista, Cytrynowski fue el verdadero creador
del nuevo estilo que la Compañía introducía en las representaciones de la
comedia española clásica. Los diez años de trabajo del genial argentino en esta
constante creación de los signos de identidad perduran hoy día tras su
fallecimiento, y ya nos hemos acostumbrado a esta manera de poner en escena de
la Compañía Nacional de Teatro Clásico. La primera obra de ellos que tuve la
suerte de ver fue en 1986 “Los locos de Valencia”, a la sazón segunda puesta en
escena de la Compañía. Para mí, las diferencias (el antes y el después de la
fundación de la Compañía) estaban, y están, en que el espectador, ahora, tiene
la sensación en todo momento del “ritmo” de la obra, y ello se consigue a base
de respetar lo mejor posible el verso del autor. La rima nos conduce sin
altibajos durante todas las representaciones que la Compañía pone en escena. Las
otras diferencias son la escenografía y los trajes, el vestuario. De repente,
las representaciones es como si hubieran pasado del blanco y negro al
technicolor. Todo cambia, y un aluvión de recursos de todo tipo son utilizados
en la escena. Se cuidan los decorados acudiendo a conceptos mucho más
universales y actuales. Se emplean técnicas propias del cine. Se huye de lo
barroco y el recargo, y se cuidan los vestidos al máximo, de tal forma que en
ocasiones el traje del actor o de la actriz se integra tanto en el decorado que
llega a serlo.
La
representación de ayer (por el miércoles 19 de octubre) en Cádiz de “Viaje del
Parnaso”, basada en un poema extenso de Miguel de Cervantes, responde a la
inquietud de la Compañía por participar en el IV Centenario de la publicación del
Quijote. La obra supone una nueva apuesta por encontrar espacios más pequeños
donde representar, y supone un reto al no ser el trabajo de partida, el poema
extenso de Cervantes, una obra de teatro en sí misma. Sin embargo el resultado
es magnífico, y lo básico no se cambia: La
palabra en forma de verso sigue ahí. Es el motor de toda la representación, y
así se percibe. A su vez se introducen los títeres y muñecos que son tratados
de manera exquisita, sorprendente. El resto del decorado muy bueno, así como la
iluminación, que además de jugar con las tonalidades te ayuda a seguir la trama
en cada momento
en el lugar donde se desarrolla lo principal. La orquesta: arpa, viola de gamba,
corneta y percusión, estuvo bien integrada en todo el contexto. Los actores, de
primera, demostraron sus habilidades multidisciplinares: Manejan los títeres,
cantan y actúan. Israel Elejalde, José Luis Acobendas, Fernando Cayo, José Luis
Patiño e Iñaki Rikarte merecieron el sincero y reconocido aplauso del respetable
a un impecable trabajo. No se pierdan hoy la segunda y última representación en
Cádiz. Merece la pena.
*BORGOÑOTA: Casco ligero, dotado de una
cresta y desprovisto de visera, y que por esto mismo dejaba el rostro
completamente al descubierto, si bien tenía una parte saliente destinada a
proteger los ojos. Fue utilizado por los soldados españoles avanzado el siglo XV,
hasta el XVII. |