El Joglars
cierra el XXI FIT con el aplauso entusiasmado del público gaditano
No es
posible contentar a todos, ni todo se puede conseguir, pero El Joglars alcanza
un merecido y reconocido equilibrio entre la popularidad, el éxito y la
investigación teatral, con “En un lugar de Manhattan”, que garantiza la risa
desde su comienzo al final, poniendo en evidencia todos los abusos y desatinos
habidos con ocasión del cuarto centenario del Quijote. Lo obra cerró el XXI
Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz, con el aplauso entusiasmado del
público gaditano |
Sala: Gran Teatro Falla.
Obra: En un lugar de Manhattan
Compañía: Els Joglars
Dirección y dramaturgia: Albert Boadella.
Intérpretes: Xavier Boada; Xavi Sais; Dolors
Tuneu; Jesús Agelet; Minnie Marx; Francesc Pérez; Pilar Sáenz; Ramón Fontseré;
Pep Vila.
Una
directora con acento argentino, Gabriela Orsini (interpretada por Pilar Sáenz),
pretende poner en escena una versión de “El Quijote”, con un grupo de actores
que se quedan perplejos ante la visión nada cervantina de su histriónica “jefa”.
Los actores se ven obligados a interpretar el papel de un rebaño de borregos.
Las dos actrices, han de interpretar el papel de Don Quijote y Sancho, en
Manhattan, con acento puertorriqueño y americano. Pero tamaño desatino no llega
nunca a ser realmente ensayado por culpa de la irrupción en el escenario de un
peculiar fontanero y su ayudante: Don Alonso y Sancho, que tratan de reparar la
avería que produce una gotera en el teatro, con métodos que parecen sacados de
un libro de caballerías...Y no en vano, Don Alonso se hace llamar “Fontanero
andante”, y cabalga a lomos de una vieja motocicleta acompañado inseparablemente
de su ayudante y cuidador Sancho. Pese a ser catalán Sancho, y castellano Don
Alonso, ambos proced en
del psiquiátrico de San Blas, donde reside doña Leonor, la enfermera y musa
inspiradora de las aventuras de este particular fontanero, que con una
descomunal llave inglesa (lampante), pretende desfacer entuertos y proteger
damas.
Con este argumento, el enredo y las situaciones de
risa y crítica en clave de humor están garantizadas durante toda la
representación, también gracias al buen hacer de todos los actores de la
compañía Els Joglars, quienes, en palabras de su Director, Albert boadella,
reconocen haber empleado un año de trabajo para que la representación parezca
tener la naturalidad de lo improvisado, y que el diálogo y las situaciones den
la sensación de la frescura de lo que parece hecho sin esfuerzo.
No hace falta mucha imaginación para darse cuenta
que Boadella pretende con su obra criticar todos los abusos y desatinos habidos
con ocasión del cuarto centenario del Quijote. Se po nen
al descubierto las oportunistas versiones de quienes escudados en la vanguardia
no hacen sino tropelías, no ya solamente con el Quijote, sino con los clásicos
en general, con la firme determinación de tomarle el pelo al respetable, en
beneficio de sus bolsillos y en perjuicio del teatro.
Es cierto que al final se ven en la escena los
mayores desatinos: Un Quijote y Sancho en versión terroristas islámicos, o a un
Quijote con aspiradora en mano. Personajes engolados bailando. Soldados con
corazas en situaciones ridículas...Incluso el hecho de hacer cabalgar a Don
Alonso sobre una motocicleta podrían ser tentaciones delirantes de puestas en
escena vanguardistas de quien solo hace imbecilidades en nombre de la última
corriente teatral, de lo ultramoderno. Sin embargo, hecho en clave de humor, con
la exclusiva misi ón
de la risotada del público y para crítica del que lo hace en nombre del último
grito teatral, no contraría el espíritu cervantino, sino todo lo contrario.
Aunque también es cierto que cuatrocientos años
después de que se escribiera el Quijote, poca importancia debería tener el hecho
de que haya quien pretenda que la fama de Don Miguel de Cervantes le aproveche
particularmente, aunque sea con malas artes. Don Miguel y el Quijote están a
prueba de eso y de mucho más.
El público gaditano así lo entendió, pues aplaudió con ganas a
Els Joglars en esta puesta en escena de su obra “En un lugar de Manhattan”, que
garantiza la risa desde su comienzo al final. |
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