Sala: Teatro Villamarta. Jerez
Programa: Wolfgang Amadeus Mozart.
I
Sinfonía nº 40 en sol menor KV 550
Concierto para fagot y orquesta en si bemol mayor
KV 191
II
Réquiem en re menor KV 626 para solistas, coro y
orquesta.
Mozart, qué duda cabe, hoy día está de actualidad.
Las razones de porqué este genio del siglo XVIII y su música siguen llenando las
salas y auditorios musicales pueden ser tantas como queramos. Muchos encuentran
en la persona, en Wolfgang Amadeus, respuestas a sus inquietudes. Otros sienten
su música como algo integrante del patrimonio musical universal.
Parte
de nuestros conocimientos musicales. Y es que algo de lo que la música es en sí
misma, es Mozart. Algunas de las composiciones del extraordinario salzburgués
son la música por la música.
Quizá también este es el momento de hablar de
Milos Forman, quien llevara al cine una visión muy particular de Mozart y su
obra, bajo el título “Amadeus”. Pese a que el espectador descubre pronto que el
verdadero protagonista del film es la envidia, disfrazada de Salieri, no puede
evitar emocionarse bajo los compases del Réquiem de Mozart y despertar en su
interior la curiosidad hacia su obra. Comento esto en el convencimiento de que
también el film contribuyó al mantenimiento hoy día de esta afición renovada de
lo mozartiano.
Lo cierto es que el Teatro Villamarta agotó las
localidades y el lleno fue total, ante la anunciada interpretación de la
Orquesta y Coro de la Nueva Filarmónica de Colonia, bajo la dirección de Volker
Hartung. La orquesta, de cámara, venía precedida de una larga serie de
actuaciones por toda la geografía española, incluida la sala sinfónica del
Auditorio Nacional de Madrid.
Si bien es cierto, a priori, que dos de las obras
programadas para el concierto, la sinfonía nº 40 y el Réquiem, son de las que
hacen afición, lo extraño del programa es ver recogidas en una misma actuación
las dos obras más un concierto para fagot y orquesta. Realmente no es habitual.
Para mi gusto no era necesaria tanta diversidad. En fin, dicen que lo que abunda
no daña...
La sinfonía nº 40 en sol menor KV 550 fue
interpretada correctamente en sus tres movimientos, lo cual no es óbice para
censurarle una cierta falta de brillantez, que le hubiera sido más que
necesaria, para afrontar luego, en la segunda parte, sin complejos, la
interpretación del Réquiem.
El concierto para fagot y orquesta en si bemol
mayor KV 191, obra de juventud de Mozart, consta de tres movimientos: Allegro,
adagio y rondo allegro. De los tres movimientos, destacó el adagio, que fue
interpretado con soltura.
Y por fin, en la segunda parte llegó el momento
más esperado. La interpretación del Réquiem. Jana Degebrodt, soprano. Susanne
Richter, alto. Philip Lüsebrink, tenor y Emanuel Pichler, bajo, fueron los
cuatro solistas que interpretaron la obra, junto con el coro de la Orquesta. No
puedo decir que haya sido una de las interpretaciones del Réquiem con las que me
quede para el recuerdo. Fue más bien una interpretación discreta, donde el bajo
Emanuel Pichler tuvo la más destacada de las actuaciones. El tenor Philip
Lüsebrink estuvo flojo y un tanto indeciso, y Jana Degebrodt y Susanne Richter
tuvieron una noche bastante discreta.
La orquesta en general bien y el coro bastante
bien. Ambos se vieron apoyados por el director Volker Hartung que en todo
momento puso lo mejor de sí mismo para que el Réquiem saliera adelante.
Al final, y como si de un ritual se tratara, el público ofreció
palmas, además de aplaudir, en demanda de un bis. Pero hay veces que no se puede
pedir un bis. No después de un Réquiem... No obstante, ante el empeño del
respetable, Volker Hartung lo ofreció. |