Podrían
haber sido 12 los intérpretes, o las actuaciones, pero fueron 14. Lo que no iba
a ocurrir es que fueran 12 más 1. Y El Cabrero por fin subió al escenario a las
6,30 a.m. alejando cualquier mal fario de una noche de duende, arte y cultura de
esta tierra, de esta bendita tierra gaditana.
Mucho más que una maratón atlética, pues fueron
más de ocho, las horas que duró la recuperada Fiesta de La Parpuja, en ésta su
undécima edición chiclanera, desde que se celebrara por última vez en 1983. De
aquella todos éramos más jóvenes, y el flamenco era de otra manera. Los medios
de ahora no son los de entonces. Y es que los 24.000 watios de potencia sonora
más los 36.000 de luz de esta edición de la Feria dejan claro que han pasado 22
años. Como decía Pepe Marín al comienzo de la fiesta, algunos no están presentes
porque ya no están con nosotros, y recordamos a Camarón…
A
las 22,30 en punto cumpliendo a rajatabla el programa, la inauguración corrió a
cargo de Rubio de Cádiz, acompañado de José Parra a la Guitarra. Y tras él Chano
Lobato, que consiguió de inmediato sentar en sus localidades (numeradas) al
público que aún recogía su “jarrita” de vino de Chiclana y su “cazuelita” de
pescado, que, todo sea dicho no eran parpujas, por aquello de los “pezqueñines”.
Chano, el casi octogenario cantaor, puso en pié a sus incondicionales, por
alegrías, contando chistes, bailando y cantando sin micro (esto último sin la
anuencia de parte del público, que sencillamente no oía). Le acompañó a la
guitarra Fernando Moreno, que reaparecería luego con Rancapino y más tarde con
Mariana Cornejo.
Uno
de los platos fuertes de la noche fue la actuación de Arcángel, acompañado por
Miguel Ángel Cortés a la guitarra. Venía precedido de su actuación en La Minas.
Es una de las “nuevas voces” del Flamenco, y su interpretación del cante es muy
particular. Tras agradecer al público la gran afluencia, nos expresó sus deseos
de poder ver algún día un concierto de Flamenco con 50.000 personas. Qué duda
cabe que Arcángel sabe lo que se trae entre manos. Maneja los silencios de una
manera espectacular. Y es que la música, y el Flamenco es música por
antonomasia, no solo está hecha de notas y acordes. Los silencios son
fundamentales. Su dominio llega a diferenciar a los grandes. Junto a ello, una
cuidadísima utilización del micro, donde ha sabido encontrar en él un
instrumento más, sin tener que renunciar por ello a la esencia del cante, ni al
derroche de voz. Y es que es muy difícil llegar a un entendimiento pacífico con
el micro. Y Arcángel lo consigue. Un detalle les cuento: fue el único de los 14
participantes que trajo micrófonos y técnico de sonido propios. Por algo será.
Tras
la actuación del onubense, siguió la noche con Antonio Reyes, y Antonio Helguero
a la guitarra; Aurora Vargas al cante y al baile, con y sin micro, derrochando
de todo, con Diego Amaya a la guitarra. Siguió Rancapino, con su peculiar voz.
Alegrías y fandangos. Avanzaba la noche. Los niños ya habían caído “estrosáos”
en sus cunitas y sillitas, y Pansequito comenzó su actuación, en un momento
difícil de la noche, donde ya se notaban las horas de fiesta acumuladas. Pero lo
hizo fenomenal. A gusto, con Diego Anaya a la guitarra, por alegrías, soleares y
tientos, y fandangos. Y con ovación del público puesto en pié. Siguió Juana la
Del Revuelo, con su hijo Martín a la guitarra, y toda la familia…
A
las 4 a.m. actuó Antonio Núñez “El Pulga”, de Chiclana, con Antonio Helguero a
la guitarra. Y después vino Chiquetete, con Víctor Torres y Fran Cortes al
toque. También hubo percusión. Comenzó cantando una soleá de Triana y acabó con
sus éxitos más populares a petición del público. Siguió la actuación de Mariana
Cornejo. Espléndida actuación, que comenzó con las chuflillas de Cádiz y con
soleares por bulerías.
A punto de tirar la toalla estaban algunos a las 6
de la mañana, cuando faltaban dos actuaciones. Y por fin vino la más esperada:
José Mercé, genialmente acompañado de Moraito. Comenzó José serio, como
corresponde a la soleá, aún con la chaqueta puesta, que pronto se quitaría
conforme se iba encontrando a gusto e iba regalando al público una estupenda
actuación en justa recompensa a toda una noche en vela.
Seguidillas,
fandangos y bulerías, al final bailadas y sin micro. Mágico. Con el público en
pie se despidió bailando bulerías, tras cantar el que quizá sea su éxito más
conocido: “abre la ventana…Aire, aire”.
Cerró la Fiesta El Cabrero, aunque la mayoría del respetable
pensó que no cantaría por lo avanzado de la noche, pero como les decía al
principio, lo del doce más uno no estaba permitido en esta noche donde, con la
colaboración del Ayuntamiento de Chiclana, cerca de dos mil quinientas personas
disfrutaron de esta recuperada Fiesta de la Parpuja, que pese al levante
reinante mantuvo el interés de todo el público. Un éxito para toda la Bahía de
Cádiz, que esperemos tenga la continuidad que se merece. |