Con una estupenda entrada que
llenó casi al completo el albero y algo de las gradas, y con una noche
fresquita por el poniente reinante, se celebró la segunda de las noches del
recién estrenado Festival de Flamenco de Chiclana, sustituto de la Fiesta de
la Parpuja.
Cosas buenas del nuevo formato:
El local, y su situación, inmejorable para asistir en coche, pues
aparcamiento no le falta. El estar dividido en dos noches flamencas, permite
a más gente poder disfrutar de buen flamenco en la Bahía. Un espectáculo no
tan largo como la Parpuja, que era casi una maratón del flamenco.
Cosas no tan buenas del nuevo
formato: Las actuaciones estrella se diluyen al ser dos los días de
espectáculo. El recinto, al ser más pequeño propicia que el ruido de la
barra del bar y del entorno se haga notar en el escenario. Las parpujitas,
que ya no están…
Las presentaciones, como es
costumbre, a cargo de Pepe Marín, quien condujo todo el espectáculo con su
característico modo de presentar. El primero de la noche: José Manuel
González, Mané. Lo intentó con ganas, pero no lo consiguió, pues ni la
guitarra, que sonaba entrecortada, sin ligar y lo que es peor sin seguir al
cantaor, ni los palmeros estuvieron a la altura necesaria para apoyar al
chiclanero, que por otro lado tampoco se sintió con la soltura necesaria
para controlar la voz adecuadamente. Cantó por alegría, fandangos y
bulerías, y tuvo homenaje particular para Rocío Jurado, con “Se nos murió el
amor”.
Le siguió en el turno María
Heredia, que abrió el tarrito de las esencias. La cantaora de Granada estuvo
acompañada a la guitarra por Luis Mariano. Abrió con alegrías, seguidas de
soleares y malagueñas. Pero fueron los fandangos del Albaicín los que
arrancaron los aplausos del respetable. Se despidió cantando por Lole y
Manuel y con un tango.
De Jerez vino Fernando
Terremoto, derrochando voz y bien acompañado por la sonanta de Alfredo
Lagos. Soleares y malagueñas para empezar. Lo que mejor cantó fueron las
seguiriyas, pese a que buscaba un pretexto en el público para arrancarse por
bulerías, cosa que encontró a la primera entre el público jerezano
asistente. Terminó bailando y cantando sin micro a un público que le
ovacionó y le hizo repetir.
Un Antonio Reyes ya consolidado
como artista hizo su aparición en el escenario pasada la una de la
madrugada. El chiclanero, acompañado de Antonio Higueras no escatimó ante su
público, y aunque el esquema de su actuación se repite todos los años, pues
acaba cantándole a su mujer una zambra mientras ella baila, lo cierto es que
oírle cantar por seguiriyas es una delicia. Además, cantó Soleares, Tangos,
bulerías y fandangos.
Cerca de las dos y media
de la madrugada salió al escenario Farruco y su grupo, lo que hizo que el
público aguantara, aunque algunos ya de pie, pese al frío que el poniente
trajo al albero chiclanero. Un fin de fiesta estupendo para esta segunda
parte del Festival Flamenco de Chiclana. DIARIO Bahía
de Cádiz