Por mucho que me lo pida el
cuerpo, no entraré en polémicas acerca de porqué no vino quién tendría que
haber cantado en el Villamarta junto a Jordi, en esta nueva versión del
Elixir de Amor. No merece la pena, cuando hemos podido ver (en mi caso, en
la última representación de las tres programadas por Villamarta) un Ismael
Jordi llenando por completo la escena y el aforo del Teatro. Gran paso
adelante el dado por el tenor jerezano, que lo mete de lleno en la
dramaturgia: Mucho más suelto en la escena, consigue convencer al espectador
de la teatralidad bufa de la obra de Donizetti. Los chapetones coloreados
del maquillaje de sus mejillas, fueron acompañados por una estupenda
interpretación del personaje bucólico-ingenuo, Nemorino, perdidamente
enamorado de Adina, la guapa lugareña que embelesa a campesinos y militares,
en una obra cómica que persigue la risa del espectador, a la vez que su
deleite musical con el bel canto de sus arias.
El Elixir de Amor que se ha
representado en el Teatro Villamarta ha conseguido estar a la altura del
concepto de espectáculo superior que define a la ópera: La conjunción del
teatro y la música en una misma escena. Deleite para el ojo, la mente y el
oído.
El público jerezano disfrutó con
el espectáculo. Aplaudió a rabiar cada una de las intervenciones de Ismael
Jordi, y cosa insólita, hizo que el tenor repitiera íntegra el aria “Una
furtiva lagrima”. Es cierto que ayudó también el apoyo prestado por la
Dirección de la versión y la escenografía, que incluso hizo aparecer en
escena al archiconocido “Tío Pepe” jerezano, disfrazado bajo la supuesta
apariencia de un mágico elixir capaz de hacer obtener los favores amorosos
de las féminas a quien lo bebiera siguiendo las instrucciones de su
“destilador”, el embaucador Dulcamara, quien no dudó en desplegar en un
momento dado una bandera jerezana, poniéndosela a la espalda, cual tifossi
italiano convencido de las bondades de su excelente bebida.
Junto a Jordi, intervino en el
papel de Adina, la soprano de San Sebastián, Ainhoa Garmendia, quien le dio
al papel la comicidad y frescura necesaria. Su sonrisa y desparpajo en la
escena fueron determinantes para la credibilidad del personaje, que requiere
que la soprano proyecte la sencillez de lo natural, junto con la viveza,
también natural, pero contrapunto de la ingenuidad de Nemorino. Su registro
funcionó perfectamente en conjunción con el de Jordi: Ainhoa posee una
trabajada técnica así como una correcta dicción.
El barítono Rodrigo Esteves y la
soprano Leticia Rodrígues también tuvieron una buena intervención.
DIARIO Bahía de Cádiz
Como decía al principio,
todo fue espectáculo en la representación de esta versión villamartina del
Elixir de Amor. También contribuyeron a ello la Escenografía y la Sinfónica
de Málaga. Pero realmente lo que pude ver en el Teatro el pasado sábado 24
fue un Ismael Jordi creciendo cada día más en calidad interpretativa y en
facultades canoras. Fue su noche, y probablemente su ópera. Su papel. Al
pan, pan. Y al vino, vino. Enhorabuena.