Sala: Teatro Lope de Vega. Sevilla.
Obra: “El castigo sin venganza”. Lope de Vega.
Compañía Nacional de Teatro Clásico.
Versión y Dirección: Eduardo Vasco.
“El castigo sin venganza”, obra de Lope de Vega
fechada el 1 de agosto de 1631, está dividida en tres actos, aunque la versión
que ha puesto este año en escena la Compañía Nacional de Teatro Clásico, bajo la
dirección de Eduardo Vasco, modifica el original, dejándola únicamente en dos.
Desde mi punto de vista, uno de los errores de esta versión, ya que el primer
acto alcanza la hora y media, lo cual es duro para el espectador. De hecho
algunos no entraron al segundo acto.
Si
bien es cierto que la Compañía Nacional de Teatro Clásico es la que mejor puede
hoy día llevar a escena, con la calidad que requiere una obra como “El castigo
sin venganza”, por razones de presupuesto, experiencia y saber hacer, tampoco
nos equivocamos al decir que la Compañía puede hacer mejor las cosas, siendo,
por otro lado, obligación nuestra el ponerlo de manifiesto.
La seductora idea de llevar el escenario de la
representación a la Italia de Mussolini, a la postre, sobre las tablas no aporta
nada nuevo, ni acerca más el espectador a la trama, ni mucho menos al mensaje y
pensamiento filosófico subyacente en la obra del maestro Lope. Tras la
representación, uno tiene la sensación de que se ha coartado el derecho a la
libre traslación temporal de los personajes, característica esencial de las
obras de Teatro Clásico Español.
El libre albedrío del espectador, en cuanto a la
personal abstracción y la propia parametrización de los personajes, que debe
señorear este tipo de obras, puede quedar parcializado por la simbología
introducida en esta versión de El Castigo sin Venganza. Cosa bien diferente es
la de actualizar determinados recursos interpretativos, ambientales, musicales,
o incluso los que con carácter coyuntural se pudieron escribir en la época.
En su descargo, decir que, en cierta medida, la
Compañía está obligada a experimentar e intentar aportar nuevas maneras y puntos
de vista. Quien puede lo más, también puede lo menos...
De la puesta en escena, destacar la gran labor de
Arturo Querejeta, que sabe coger el toro por los cuernos y llevar las riendas de
la obra en el tercer acto. Consigue lo que parece que Lope quisiera al escribir
la obra: Es el propio Duque de Ferrara el que va creando el argumento, verso a
verso:
“Éste ha de
ser un castigo
vuestro no
más, porque valga
para que
perdone el cielo
el rigor por
la templanza.
Seré padre,
y no marido,
dando la
justicia santa
a un pecado
sin vergüenza
un castigo
sin venganza.
Esto
disponen las leyes
del honor, y
que no haya
publicidad
en mi afrenta,
con que se
doble mi infamia.
Quien en
público castiga,
dos veces su
honor infama,
pues después
que le ha perdido,
por el mundo
le dilata”.
La
otra pata sobre la que se sustenta la representación, es sin duda la actuación
de Clara Sanchís, en el papel de Casandra, mujer del Duque y amante del Conde
Federico, a la sazón hijo ilegítimo del Duque. Clara recita el verso de manera
exquisita, y logra meternos dentro del verdadero mundo de Lope.
La
iluminación de la obra, sencillamente excelente, bajo las directrices de M. A.
Camacho. La escenografía también buena (José Hernández), como lo es también la
idea de introducir un piano de cola en el escenario, que acompaña durante una
buena parte de la representación a los actores. Sin embargo, musicalmente
hablando, hay partes que requerirían mejor el sonido de un violoncelo, pues se
precisa una calidez que el piano no alcanza a dar.
El
verso, en general se ha respetado bastante bien, aunque hemos notado una
excesiva ralentización del mismo, tanto en su dicción como en los largos
espacios que se dejan entre actor y actor. Esto es cierto que permite más
fácilmente la entrada de las notas del piano y sirve también para una mayor
recreación del público en el escenario, pero por el contrario, resta dinámica y
ritmo a la obra, que siendo una tragedia, viene necesitada ya “ab initio” de
ello.
Todo lo dicho no obsta para decir que merece la pena ver la obra,
que sin duda es de las mejores tragedias de nuestra literatura clásica, y la
Compañía Nacional de Teatro Clásico la mejor de nuestras compañías, aunque sin
duda puede hacer mejor las cosas. |