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 Crítica

Bunbury, el mismo dolor

Enrique Bunbury se ha retirado. Deja el escenario. Y su último concierto en Andalucía lo dio en Jerez, en “La Juventud” a finales de julio. Fue un gran concierto, dos horas y media batiéndose en el escenario con frases sublimes como “...esta noche he tenido un sueño, se me apareció Bob Dylan y dijo...” (por decoro mejor no continuar lo que dice que le dijo en el sueño). Fue un concierto en el que la comunión con el público fue plena, en el que fue acróbata ante la multitud, en el que se dejó el corazón, pero en el que no tenía la misma comunicación con su banda, el “Huracán Ambulante”, como en otros tiempos. Tanto es así, que después de dos “bises” dijo “...Hasta aquí llegamos”, y se fue al camerino. Como el Paula cuando se dejó aquellos toros por matar en Madrid. Cosas de artista. Cuando anunció hace diez días la disolución de su banda y su retirada de un concierto a la cuarta canción, más que sorprendido, me mostré orgulloso de que su último concierto antes de la debacle que ya se intuía fuese aquí

  FCO. MOLERO (Jerez) (FOTO: López-Iglesias). 08-10-2005

 

Enrique Bunbury se ha retirado. Deja el escenario. Y su último concierto en Andalucía lo dio en Jerez, en “La Juventud” a finales de julio. Fue un gran concierto, dos horas y media batiéndose en el escenario con frases sublimes como “...esta noche he tenido un sueño, se Bunbury dijo adiós  (FOTO: López-Iglesias)me apareció Bob Dylan y dijo...” (por decoro mejor no continuar lo que dice que le dijo en el sueño). Fue un concierto en el que la comunión con el público fue plena, en el que fue acróbata ante la multitud, en el que se dejó el corazón, pero en el que no tenía la misma comunicación con su banda, el “Huracán Ambulante”, como en otros tiempos. Tanto es así, que después de dos “bises” dijo “...Hasta aquí llegamos”, y se fue al camerino. Como el Paula cuando se dejó aquellos toros por matar en Madrid. Cosas de artista. Sin embargo, había dado un concierto en el que sacó temas como “Desmejorado” (que compuso para Raphael), o “Iberia Sumergida”, no habitual últimamente. En el hotel, hora y media antes, Bunbury sonreía tomando café con su manager. Estaba especialmente receptivo, al día siguiente partía para Japón. La banda, mientras tanto, probaba el sonido en “La Juventud”. Cuando anunció hace diez días la disolución de su banda y su retirada de un concierto a la cuarta canción, más que sorprendido, me mostré orgulloso de que su último concierto antes de la debacle que ya se intuía fuese aquí.

 

Quiere respirar, tranquilizarse y componer “una gran canción como Lennon o Dylan”. Es la eterna búsqueda del artista, que antes se quiere terminar de encontrar a sí mismo. Ha sido la ansiedad de darlo todo en cada concierto, en cada combate, lo que le hizo perder la voz en Zuera el 26 de agosto, cuando a la cuarta canción se retiró con los ojos húmedos al camerino para no volver. Un león herido que duda de su fuerza ahora. El creador del rock “bastardo” más ecléctico que se ha hecho en este bendito país en los últimos 20 años se baja del tren porque estaba haciendo “un viaje a ninguna parte”, como indica el nombre de su último doble CD y gira. Un trabajo, por otra parte, que claramente expone en tres canciones lo que ahora le ocurre y dónde están las razones: “El anzuelo”, “El aragonés errante” y, sobre todo, “Canto (el mismo dolor)”. Es la búsqueda eterna del viajero insatisfecho, que se ancla en los días felices personales y que mediante joyas poéticas y emocionales como “El rescate” reclama que se le rescate mediante la fórmula mágica del corazón, simplemente que “ella” lea una simple carta suya escrita desde una Plaza de Armas de una estación cualquiera (“Espero que llegue a tus manos y no la devuelvas...”, dice).

 

Donde muchos ven a un loco, a un arrogante desgastado, a un trasnochado, a un nostálgico con aires de Jim Morrison, a un músico que si se hubiera perpetuado con Héroes del Silencio hoy seguiría siendo admirado por las masas, hay un hombre (y voy a la persona) que necesita re-inventarse artísticamente en cada canción. Y que, en su vida, necesita el aire que encontró tras romper “Héroes del Silencio” para ser más músico en solitario. No es, con todos mis respetos hacia el resto, un artista de Karaoke o incluso de los consagrados (Manolo García, Jarabe de Palo...), que se repiten a sí mismos en tres trabajos consecutivos. Y eso lo dignifica.

 

Su último CD es denso, tan denso que marca de por vida a poco que valores la profundidad de una letra. Es una declaración de intenciones ante la vida, un posicionamiento también ante la derrota de no poder regresar a aquellos días felices. Y también de actitudes contradictorias hacia esa mujer fatal que lo atormenta y que también es motivo de su esperanza. Recuerdo retazos de sentencias de canciones en su trayectoria en solitario que lo ratifican: “una herida mortal por cada momento de gloria”; “o todo el mundo está loco o Dios es sordo”; “no soy mala hierba, sólo hierba en mal lugar”; “si me das un poco de tu cariño, lo demás no va a importar”; “un desayuno con tamales y un accidente previsto en los planes, el artista equilibrista, el aragonés errante”; “que no te fíes de los vencedores, ganando competiciones, elecciones y popularidad”, “nos queda el mar y buen pescado, que comer a tu lado, pero eso sólo será si vuelves, claro”, “canto porque me levanto siempre con las mismas penas, con las heridas abiertas que siguen sin cicatrizar. Vago por las veredas, por desiertos, por la selva, surcando los anchos mares, hacia ningún lugar. Canto porque me canso de dar explicaciones, no tengo soluciones (...) Canto porque me harto de esquemas aburridos para conseguir seguridad”.

 

Bunbury, que recientemente editó la aventura de su gira en una carpa de circo en DVD y CD (“Freak Show”), fórmula que ahora copia Amaral al reunirse en una casa-estudio de Buenos Aires junto a otros artistas también líricos como, por ejemplo, el ex pirata Iván Ferreiro, es ante todo un artista que pretende ser honesto. 500 conciertos en directo y siete álbumes en solitario siendo él mismo al margen de las leyes del mercado dicen mucho. La decisión de retirarse la tomó en Japón, según se dice en su entorno. Quiere dar más, pero antes debe darse tranquilidad. Está especialmente vinculado a este rinconcito del sur de Europa. “Nos queda Benarés, Marrakech, Cádiz, Buenos Aires...”, dice en “Los restos del naufragio”. Aquí dio su último concierto en Andalucía y, de hecho, en marzo de 2003 compuso en Conil “Lo que queda por vivir”, una advertencia de que volverá de nuevo sin traicionarse a sí mismo.

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