Argentina vino bien nutrida de
músicos, coros y palmeros. En exceso diría yo. Porque una cosa es
complementar y otra añadir en plan barroco, por aquello de que no falte de
ná. Y en cierta medida pasó eso también con la megafonía, excesiva a mi
manera de entender. Si dominar el cante por derecho con un micro por delante
ya es complicado de por sí, si además se le meten watios por las buenas, el
asunto puede irse de las manos…sobre todo en un espacio escénico como el
Gran Teatro falla.
Lo mejor de Argentina, para mí
sin duda estuvo en la manera de abordar la soleá. Una delicia escuchar a
esta mujer arrancarse por soleares, el palo por derecho y fundamental del
flamenco.
Junto a eso, los mirabrás
dedicados a Sanlúcar y los fandangos, brillaron en la garganta de la
onubense, para deleite del respetable.
El resto de la actuación,
tangos, guajira, taranta, seguidilla, bulerías, y rumbas, con altibajos
según entraban en escena más o menos músicos y más o menos coros, que poco
más aportaron al buen hacer de Argentina, y que incluso en alguna ocasión le
restaron protagonismo. De lo mejor del extenso acompañamiento de Argentina
en su noche gaditana, los guitarristas, José Quevedo y Eugenio Iglesias, y
los palmeros, Bobote y Torombo. DIARIO Bahía de Cádiz