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 LAS CARTAS DE DON MANUEL

¿Cuál es el precio de una persona?

 MANUEL RUBIO

 

FOTO: MANUEL RUBIO

Cualquiera persona que sea sensible al dolor ajeno, el fallecimiento de la joven Esmin, de cuarenta y tanto años, mal le habrá caído, por el trato deficiente recibido y final que tuvo, en un hospital de de N.Y.: Una vez más, es “incomprensible” que haya ocurrido en una de las ciudades mayores del mundo, exactamente en la ciudad de Brooklyn, N.Y.  

 

Se sintió mal y hubo de acudir a su hospital psiquiátrico, porque es de suponer, bien la conocerían por  haber sido antes, allí tratada, de la enfermedad que padecía. Esta última vez, volvería a pedir asistencia  y la enviaron a una sala de espera, donde, permaneció 24 horas, sin que alguien, hiciese nada por ella, según informa la prensa mediática.  El brote psicótico del que se quejaba, quizás tampoco le permitiese, moverse del asiento en el que la dejaron y allí permaneció todo ese tiempo. Yo expondría a continuación, las supuestas causas, por las que no fue atendida, pero serían juicios temerarios, por mi parte, que solo servirían  para echar más leña al fuego, de una  noticia, que ya de por si, arde y le haría  maldecir, de irritación, al que las leyese. El caso es que, ella, de forma involuntaria, muy probablemente, por el mal estado en el que se encontraba, sobre aquél sofá, le haría  perder el equilibrio y a consecuencia de ello, cayera al suelo, donde falleció. Pero lo inaudito es, que nadie se fijase en los estertores de la muerte, ya en el suelo, habiendo gente a su alrededor, uno o dos pacientes  quizás y sobre todo, los guardias de seguridad y encargados, que según las cámaras de vigilancia, bien los captaron, rondando por allí, haciéndose la vista gorda.

 

Quien le hubiese dicho a esta joven con esta anomalía psicótica, de origen africano, que el país, en el que ella quiso vivir y quizás hasta  un día hubiese soñado con  llegar  ser presidenta de la nación, sus días, acabaran de manera tan innoble. Lo que si es muy seguro, que mientras vivió, hubiese luchado, por  tener una vida digna, con los medios que hubiese tenido a su alcance, y que paliase en lo posible la enfermedad contraída.

 

Sola y mal trecha por la enfermedad, hubo de acudir al hospital, ese día, muy probable, sin acompañantes ni  parientes, porque de haberlos tenido, tampoco, la hubiesen, asistido, ya que el trabajo, se lo impediría. Y en América, un dólar, para obtenerlo hay que sudarlo, allá es más apreciada esta moneda, que los sentimientos de las personas. En su tierra de origen, por el contrario, de haber estado allí,  la humilde familia de ella, si la hubiese acompañado en su lecho de muerte, para que no se sintiese tan sola y manos bronceadas o tostadas por el sol,  las hubiese habido, para entrelazarlas entre las suyas,  en los últimos instantes de su vida.

 

Y lo que más me sorprende, de esta historia, no fue que transcurrieran 24 horas sin ser atendida, sino, la hora que tardaron en recogerla ya una vez muerta. Falta de sensibilidad humana, más dada en países desarrollados que en los pobres. DIARIO Bahía de Cádiz

 

Todos aquellos testigos supongo, habrán dado una excusa de por qué no la atendieron, pero sabemos sobradamente, que no hicieron nada por ella, solo escurrieron el bulto. Y junto a ellos, y otros muchos responsables indirectos, los habrán que cuentas, tendrán que dar la Gran Hacedor.

 

No habrán faltado medidas correctoras contra el personal responsable, culpables  de tal accidente, porque bien visto por ellos, así se debería contemplar este caso, como un tal accidente, pues es duro pensar, haya sido un abandono o negligencia, en un país tan preparado, rico y poderoso, como es ese  ya que visto está, allí, no atan los perros con longanizas, ni la estatua de la libertad, vigilante, tenga la llama siempre encendida. Allí al parecer, lo que es más acuciante, es y será siempre que el petróleo nunca les llegue a faltar.


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