Colón, quizás en alguna ocasión dijese: Hasta que yo no pise el confín de la
tierra, jamás diré, ahí concluye ésta. Tuvo fe en su empresa y la culminó con
éxito. El mundo resultó ser redondo. Cuanto tiempo después, hubo de pasar, para
que todos, así lo llegaran a creer.
El primer mandamiento que se le enseña a todo
creyente, sea del culto que sea, es amar y respetar a su Dios y Señor, sobre
todas las cosas. Fundamento capital de toda religión o fe. Bien hasta aquí, pero
tantas creencias como religiones, tantos profetas y hombres santos, hablando de
Dios, en toda religión época y lugar, que difícil se le deberá hacer, a aquél,
que deseara elegir un credo, el más apropiado.
Pero resulta, que esta polémica dogmatica, no acaba
tampoco aquí, al existir otras controversias, en la medida que, cada cual,
entienda esta suprema divinidad, dentro de la misma religión. Pues cada creyente
lo concibe de forma diferente, o sea, llega a plasmar una idea de su grandeza y
poder, como de sus infinitas cualidades, diferentes, en cuanto los hay,
quienes, ven a un Dios, como un padre bondadoso, otros, los más estrictos y
exigentes, como un juez severo. También, los habrá, menos temerosos, entre
los creyentes que duden o algún recelo de su existencia tengan. Diría, que el
criterio que tienen de esta divinidad, la mayoría de los creyentes, estará en
armonía con su forma de pensar, talento, proceder y educación recibida, que la
acomodaran a juicios tan variados, como perfiles o rasgos, de la persona que lo
admite. Y no digamos de aquellos, que los buscaron, empleando la razón y no
llegaron a tener una clara visión de quien es este Dios, pero no por ello,
habrán dejado de creer en Él, aunque sea con cierto recelo, duda o ambigüedad.
Como una ráfaga de pólvora prendida, se transmiten
las diferentes creencias religiosas de padres a hijos, en todo el planeta, los
cuales, a la vez que estos, se preocuparan, que fuera del hogar, reciban la
instrucción y apoyo, suficientes para afianzarlos en su fe y prácticas.
Cuando se trata de encontrar un Dios humano, que
satisfaga, de forma razonable sus deseos, por regla general materiales, no lo
conseguirá y menos aún, si se trata del celestial o “verdadero”, porque el
primero de los casos, es un dios material que no llega a convencer, ni
satisfacer y en el segundo caso, al ser nuestra inteligencia tan ínfima, no ha
lugar tampoco a llegar a alcanzarlo. Pero, si apartas tu mirada de la tierra, y
la diriges hacia el cielo y meditas, entonces, será posible llegues a
vislumbrar su Omnipotencia a través de su Gran Obra creada y aún así,
obtendrás una imagen de un Dios también pobre. Porque sacar de la nada, cuanto
existe, a eso le llamo, su gran obra, llevada a cabo, por el Mayor Arquitecto
de la Creación, que nos da testimonio de esta forma de su poder y Grandeza y
nos pone en cierto modo en contacto con Él. Primer paso para llegar entender su
existencia.
Fuera ya de este contesto, me pregunto yo, ¿Qué
razón habrá para que la mayoría de las religiones, con sus cultos y devociones,
puedan o deban, excluir y condenar otras, catalogando la suya, como la única
verdadera? Pertenezco a una de estas iglesias, porque nací de padres cristianos
y una tierra en la que siempre su mayoría ha confesado ser cristiana. No me
cabe duda, que si en un país musulmán, en China o Japón, hubiese nacido,
practicaría sus mismos ritos y creencias, como si hubiese nacido de padres
liberales o agnósticos, a estas horas, consideraría a toda religión como otras
veces se ha dicho, como el opio del pueblo. Por lo que pienso, como creyente,
que si Dios es sabio y justo, el lugar de nacimiento, será aquél que Él crea más
conveniente para cada uno de nosotros. Y por cierto no quepa duda, aunque
nuestra mente no lo comprenda, por alguna razón que tenga, el que unos sean más
agraciados que otros al darles un destino, al final el no permitirá nadie se
condene.
Hablar de todo esto, me produce cierta turbación,
por ser tema muy delicado y con ello pueda herir los sentimientos de mis
correligionarios o los de otros grupos creyentes, posiblemente por no estar lo
suficientemente instruido en esta materia de la fe o hayan personas, que aducen,
el ser esto, un tema que solo le concierne a los doctores en sus respectivas
iglesias. .
Pero terminaré confesando, con la razón que mi Dios
ha querido proveerme, que nadie, se condenará por no “haber nacido en otro lugar
distinto, al que le “debiera haber tocado”, si no, por no cumplir con sus
preceptos. Pues si Dios al ser padre de todos, habrá elegido para cada cual,
como digo arriba, el lugar más adecuado para a través de su fe y
cumplimiento de los mandamientos humanos, pueda alcanzar el premio
que se le tenga asignado, porque tangible es que a Dios que lo sabe todo, no le
interesa las demostraciones hipócritas y que lo que más le agrada de acuerdo
a la inteligencia y voluntad de cada cual, será, el amor que sientan por él
y por el prójimo y la de que su conciencia obre “correctamente” de acuerdo con
las leyes naturales. Será entonces a mi modo de pensar, por supuesto, si este
individuo, ha sido consciente de discernir entre el bien y el mal y cumplir con
aquello que su conciencia le haya señalado, se le premie o castigue.
Como cierto también es que el hombre por naturaleza
tienda a inclinarse hacia lo que de hecho le satisface a su cuerpo. Y sólo
esa lucha continua o esfuerzo en escapar de lo diabólico ruin perverso y
ruin como son los vicios y actos deshonestos, será lo que darás satisfacción a
Dios y a él mismo.
Un Dios padre de todos.
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