A mi ex-compañero de trabajo Juan T. C. de Rota,
cuando hace más de cuatro décadas, leía aquellas cuartillas amarillas rayadas,
que solía escribir para luego guardar en el cajón izquierdo de mi mesa de
trabajo. Esta, que a continuación, expongo, es una de aquellas reflexiones, que
no concluí: Mis puntos de vista, que comparten muchos otros.
Observo
y juzgo, que como se ha actuado, ha sido en razón del grado de inteligencia que
le ha correspondido a cada cual y de aquellos medios que le informaron o
presionaron. Estamos canalizados, y nos es muy difícil romper estas barreras por
donde se nos conduce.
Nadie, tiene en su poder la realidad o verdad
de las cosas. Las supuestas realidades que manejamos, solo son aquellas que
hemos aprendido o heredado; y si este aprendizaje ha sido erróneo en
cualquiera de sus matices, nuestras conclusiones, por ende, no contendrán
exactamente la verdad.
¿Quiénes somos, nos preguntamos?: Pues individuos
semejantes, con problemas muy similares de temor, ambición, deseo, ilusiones y
desilusiones, alegrías, enfermedades, desengaños, logros. Unos seres en continua
lucha por el bienestar material y espiritual.
El hombre, es un ser en evolución constante, tanto
a escala individual, colectiva o generacional, absorbiendo ideas, y estudios,
con los que enriquece su cultura y desarrollo personal.
Este individuo, ante una protección constante de sus progenitores
y educadores, le hace caminar por un programa preestablecido, que va marcando
primero pautas de aprendizaje para más tarde llevarle a tomar de forma gradual a
través de las diferentes épocas de su vida, posiciones semejantes a la de sus
maestros, pero con matices propios. ¿Podríamos
decir entonces, qué, el concepto real de la vida, es aquél, que realizamos de
acuerdo con nuestras tendencias, más o menos vinculadas al entorno que nos
rodea?
Los moldes sociales en los que nos desenvolvemos, no fueron jamás
prefabricados por el hombre, sino por la bestia.
Ese simio que bajó del árbol y
empezó a usar sus patas traseras para andar y las delanteras para asir palos u
objetos. ¡Esta fue la construcción del primer molde que serviría de base a la
que actualmente usamos, con los retoques que cada grupo étnico o civilización le
haya ido o vaya dándole. Un tosco molde que serviría de base a generaciones
pasadas y actuales y que ha marcado un evolutivo comportamiento social de
necesidades y exigencias por el bienestar de la especie, impulsor también, para
que el cerebro del homo sapiente, no haya dejado de crecer.
Vive en una
constante mutación espiritual y biológica, con límites y que depende del estado
anímico y otras circunstancias de su persona, siempre, en una proyección, por
el logro de nuevas sensaciones y metas, con los consabidos riesgos de alegrías,
felicidad, satisfacción, o, por el contrario penas, dolores, desencantos y
lágrimas. Son estos los caminos que se van marcando y como queda bien patente,
los golpes de cincel que esculpe el molde de la vida de cada ser (formación,
carácter, etc.).
El intelectual, busca a través
del ensayo, nuevas y mejores metas, al igual que lo hace un atleta, en su
constante ejercicio físico, en busca de nuevas marcas. Esta formación le hace
caminar con más celeridad y precisión. Por el contrario una vida placentera y
cómoda, alejada de todo riesgo, disminuye el ritmo de vida y embrutece, hasta
poder llegar, en casos, convertirlo en un enfermo patológico, que le hunda en
una apatía por la vida y le cierra las ventanas de la felicidad. Un caldo de
cultivo, que puede
engendrar los gérmenes de la envidia, pereza, odio, o asco por las cosas,
haciéndosele todo, más hostil y difícil.
Repito, la
cobertura de este molde quedaría pues, a base de cinceladas que esculpirían
física y psíquicamente la talla de cada cual en inteligencia, criterio, libertad
de estimulación y otras cualidades personales.
La inteligencia
a través del tiempo no se cierra, lucha para abrirse paso a cualquier obstáculo
que le molesta, o le impida caminar libremente hacia su objetivo. Por lo que
siente verdadero gozo, cuando, esquiva o rompe, aquellos escollos que se le
interponen.
Vivimos en una
sociedad que reconoce posiciones y escala de valores y que no se contenta con lo
que tiene, sino que exige más. El individuo con ello busca también un giro más
práctico para la consecución de bienes y deseos que le beneficie, atesorándolos
o acaparando cuanto le es posible para su mayor seguridad.
De la misma
forma que los seres por su físico tienen cierto parecido, también existe
similitud entre los moldes culturales y sociales ya mencionados, y de como el
individuo intuitivamente, clasifica, agrupa, reúne o separa estos valores.
Y para terminar, expongo estas mis reflexiones,
por mí más valoradas:
Una
buena formación intelectual, solo se adquiere con un gran esfuerzo de voluntad y
espíritu.
El sabio, calla, oye y aprende y siempre duda de sus conjeturas.
Por el contrario el necio, riñe y
no admite las opiniones de los demás, y desea imponer las suyas.
La vida debe ser una lucha continua, con uno mismo y con los demás.
La monotonía de la vida es solo
el fruto del conformismo.
Una
conexión racional con el cerebro, enriquece a la persona y le da tamaño
espiritual.
La sinceridad, origina personalidad y confianza ante los demás.
La mayor estupidez humana es
aquella que lleva por soberbia o vanidad a imponerse a los demás, aprovechándose
de un estado prioritario, autoritativo o circunstancial. Es de interés para el
hombre, comportarse bondadosa y cordialmente con los demás, pues, una fuerte
tensión entre nuestros semejantes, nos hace infelices.
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